Erick Stengler
No sé por dónde empezar, y es que no hay por dónde cogerlo. Me refiero al pseudo-documental “¿Y tú que sabes?”, que fui a ver porque la Física Cuántica es una de mis pasiones. Me habían dicho que estaba en cartel una película-documental que trata este tema y no quise perderme tal acontecimiento. Tras casi dos horas allí sentado no tenía palabras…para resumir en pocas frases tanto dislate, disparate y discurso vacío. Y encima me sentía amordazado para expresar mi opinión ya que en aras de la tolerancia y la mente abierta, los tolerantes y menteabiertos no toleran la crítica y se cierran a la discrepancia, llamando intolerantes y cerrados a los que disienten de lo que ellos aceptan acríticamente y sin criterio creyendo que por eso son tolerantes y tienen la mente abierta.
Bueno, empecemos por el principio, que es el título. Una vez más los traductores de títulos han perdido por el camino el sentido que los autores de la película le querían dar en en inglés: “What the bleep do we know?” tiene el sentido que en español expresaría la pregunta “¿Y que narices sabemos?”, es decir, una especie de llamamiento a la humildad colectiva ante un conocimiento que nos sobrepasa y al que hay que acercarse con la mente abierta…
Adentrándonos ya en el contenido de la película nos encontramos con dos líneas argumentales bien diferenciadas: la de las afirmaciones de expertos al puro estilo documental y la de la historia de una fotógrafa como ficción dramática. La segunda está ahí para cumplir al menos tres cometidos: amortiguar la duración de la cinta de casi dos horas, dándole un hilo argumental que pretendidamente debería mantener despierto el interés del espectador, aligerar el ritmo del largometraje y servir de simbolismo o ejemplo de lo que nos están contando en la parte documental. Pues bien, no sólo no cumple esos fines, sino que desde el punto de vista del guión no tiene ningún valor artístico. * el supuesto hilo argumental no mantiene el interés de nadie, ya que no cumple con las reglas más básicas de una historia bien contada. De hecho, si dejaran de contar la historia en cualquier punto de la película, nadie se quedaría con las ganas de saber qué pasó con “Amanda”. * El ritmo no lo aligera en absoluto, sino que al ser muy desigual la proporción ficción/documental a lo largo de la película, hay momentos en que las secuencias sobre la fotógrafa se alargan tanto que incluso aburren y uno lo que quiere es que vuelvan a hablar los expertos. * Una de las claves de que un simbolismo funcione como tal es que pase desapercibido. Pero en su afán “pedagógico” los autores han querido explicitarlo todo tanto que la vida de Amanda se convierte en un recurso de simbolismo barato, por explícito y paternalista con el espectador. * Artísticamente no tiene ningún valor ya que mezcla sin criterio alguno el drama, la comedia, la ciencia-ficción, el romance, la animación de estilo infantil y el musical.
Pero no nos perdamos en lo menos importante de la película. Lo más grave está en la parte documental.
Los expertos entrevistados comienzan por enumerar (que no explicar) prácticamente todas las frases hechas con las que al hablar de Mecánica Cuántica se han descrito alguna vez los aspectos más paradójicos de esta parte de la física. Se entremezclan además afirmaciones igualmente paradójicas de otras parcelas de la física, sin otra conexión con las anteriores más allá de que, junto a ellas, contribuyen a desconcertar al espectador, haciéndole sentirse perdido y necesitado de respuestas que le aclaren las preguntas.
Los autores, por si acaso alguien en el público no ha llegado a ellas, formulan las preguntas ellos mismos con la locución o en boca de los entrevistados. Pretenden responder nada menos que a las preguntas “¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?, ¿qué hacemos aquí?, ¿por qué existimos?”. Nada menos.
Más adelante repetirán una y otra vez aquellas frases lapidarias con que quieren reforzar el mensaje que quieren transmitir: “la física cuántica no describe la realidad, sino un mundo de posibilidades”, “en cada momento coexisten todas las posibilidades”, “la realidad no existe tal como la percibimos”, “el papel del observador condiciona la realidad percibida”…
Y es que lo que quieren transmitir una vez establecidas estas bases, es que la mente humana es capaz de influir en el mundo ya que este podría no ser más que un producto suyo. Para respaldar esta afirmación recurren a las neurociencias y se aferran cansinamente a la afirmación de que el cerebro no distingue entre lo presenciado y lo recordado, dado que se ha comprobado que se activan las mismas partes del cerebro cuando una persona ve algo y cuando luego lo recuerda. Ergo, realidad y recuerdo son de la misma naturaleza: un producto de la mente. Parece que olvidaron que si recordamos un suceso es precisamente porque somos capaces de activar las partes en que quedó registrado el evento. Es como decir que como se activan las mismas partes de una cinta magnética al reproducir una canción que al grabarla (como no podría ser de otro modo), el cantante nunca existió, sino que es producto de la propia cinta.
Como refuerzo de esa idea, en la línea de ficción aparece una exposición de un científico de la vida real en la que muestra cómo el pensamiento es capaz de influir en el agua (para luego volver al manido argumento de que, como principalmente “somos agua”, qué no será capaz de desencadenar la mente sobre el cuerpo…). La “prueba” de ello son fotos al microscopio de agua líquida y cristales de hielo. Las fotos más bellas corresponderían al agua sobre la que se ha influido con pensamientos positivos (amor, compasión, fraternidad….) y una foto muy fea (con fondo rojo en vez de azul y mostrando unas gotas desordenadas frente a los simétricos cristales de hielo) respondería a sentimientos negativos proyectados sobre el agua. Parece mentira que quieran hacernos creer en el rigor científico de unas conclusiones a las que nos llevan con trucos psicológicos tan burdos.
Bueno, pero sigamos con el argumento: ¿qué necesitamos los pobres no iniciados para aprender a influir en la realidad que nos rodea? Primero liberarnos de las adicciones (en inglés decían attachments, más bien “ataduras”) que condicionan nuestra conducta. Para explicar cómo conseguirlo combinan hechos conocidos desde décadas atrás con especulaciones totalmente infundadas, siendo todo ello presentado como hechos científicos novedosamente comprobados.
Hubo un momento es esta parte de la película que casi respiré tranquilo, ya que llegué a pensar que estaban llegando a hacer afirmaciones tan disparatadas para emular a aquél documental en el que se ridiculizaban las teorías conspiranóicas de que el hombre no ha llegado nunca a la luna. En él se relata al principio de una manera muy creíble cómo los servicios secretos estadounidenses amañaron todo para hacer creer al mundo que se estaba alunizando, pero a medida que avanza la historia se convierte en un relato tan disparatado que lo que queda claro es que sí se llegó a la luna y que los que alucinan son los que lo niegan. Pues bien, lo que nos contaba “¿Y tú qué sabes?” sobre el funcionamiento del cerebro y su dominio sobre las células llegó a ser tan lamentablemente disparatado, al tiempo que en la historia paralela de ficción de pronto las células de los personajes se convertían en seres animados tipo “Barbapapá” creando el caos en un banquete de bodas como si fueran los mismísimos Gremlins, que pensé que en la siguiente secuencia ya iban a desvelar que se trataba todo de una broma.
Pero no, el hecho de que las células cobraran conciencia propia no pretendía ser una broma, ni siquiera una metáfora. Los expertos continuaron por explicar que si tenemos hambre u otros impulsos es porque las células están reclamando nutrientes como los pollitos de sus madres aves. Cuando las células reclaman “demasiado”, ya sea comida, productos estupefacientes o sustancias que el cuerpo segrega cuando desea sexo, el organismo crea una adicción a la que la mente puede y debe poner fin para “purificarse” y prepararse para dominar la realidad.
El segundo elemento del que hay que librarse es el de la religión organizada. (Siempre queda bien meterse con la Iglesia – es como una garantía de categoría científica, creen.) Para ello tercia en el documental un teólogo que niega la existencia de Dios, de la moral y de prácticamente todo, y los científicos pasan a defender una espiritualidad panteísta en la Dios es la manifestación del poder de la mente humana que, liberándose de condicionantes internos (las adicciones de antes), y desenmascarando los externos (la religión organizada), es capaz de utilizar el poder que le brinda la Mecánica Cuántica para influir en la realidad que le rodea.
Finalmente, uno de los expertos afirmaba (y repitieron la declaración) que él, y todos nosotros si quisiéramos, cada mañana podríamos “crear” nuestro día, asumiendo el papel de “observador” externo, cuántico, y determinando cuáles son las posibilidades de entre todas las que la Mecánica Cuántica ofrece, que queremos que se materialicen. A Dios, le “deja” un pequeño margen de maniobra, ya que le pide que la materialización de sus elecciones al “crear” el día llegue de manera que le sorprenda.
Lo que no entiendo es cómo estos señores, que han dado con la manera de influir sobre el mundo al más puro estilo “rey Midas”, no han optado ya a varios premios Nóbel y galardones internacionales por aportar a la humanidad la manera de acabar con el hambre y las guerras con sólo desearlo. ¿Si Vd. hubiera dado con esta fórmula definitiva y poderosa, la presentaría en un documental en los cines?
Una visita a la web de la película es muy reveladora: la mayoría de los “expertos” pertenecen a, o colaboran con, una entidad llamada Instituto de Ciencias Noéticas, que en su propia web declara dedicarse a la investigación sobre el potencial de la conciencia, incluyendo percepciones, creencias, atención, intención e intuición, además de fenómenos que no encajan en modelos científicos pero eso sí, siempre co nrigor científico. Que alguien me diga como se estudian con rigor científico fenómenos que no encajan en modelos científicos. Para los que sabemos cómo funciona la ciencia, lo más revelador es comprobar que todas sus publicaciones son propias: la revista de Ciencias Noéticas y los libros en los que simplemente publican sus especulaciones como si estuvieran divulgando ciencia establecida. Éstos últimos, junto a la película, son lo más peligroso de todo el montaje, ya que se venden como ciencia afirmaciones totalmente ajenas a ella, supongo que con el fin de ganar adeptos a la “Noética”. Quizás no se han percatado que el propio nombre de su nueva disciplina les retrata: no-ética. Efectivamente, ninguna.
Para incrédulos como yo tienen en su web la oferta de “retiros” (sí, con ese nombre), en los que en un precioso bosque pretenden propiciar procesos de transformación y apoyar el desarrollo de la conciencia. Creo que me voy a ir al cine más bien. Pero a ver una película de verdad y desintoxicarme…
(Eric Aris Stengler Larrea es astrofísico y responsable del Área de Didáctica del Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife)
Fuente: http://digital.el-esceptico.org/leer.php?id=2313&autor=503&tema=100
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