martes, 19 de octubre de 2010

Hans, un caballo que se hacia el listo

Hans, un caballo que se hacia el listo

“Hacia comienzos de este siglo XX, un alemán excéntrico llamado von Osten decidió que los animales superiores son tan inteligentes como los hombres y adoptó como misión demostrar la verdad de ese aserto. Como primer alumno eligió un caballo que por alguna razón se le antojo especialmente listo. Se pasó unos años educándole. A fin e comunicar lo que pensaba, el caballo movía adecuadamente la cabeza para decir “si” o “no”: para todas las demás respuestas golpeaba en el suelo con una de las patas delanteras. Hacia el final del segundo año, el caballo, que era ya conocido como Hans el Listo, podía leer y, golpeando el suelo, escribir; entendía las cuatro reglas fundamentadles de la aritmética; transformaba fracciones en decimales y a la inversa; y era capaz de dar la fecha del mes. Hans el Listo podía, además, decir la hora e incluso menear la cabeza para indicar que se había cometido un error al tocar un acorde musical al piano.

Mucha gente dudaba. Pero el señor von Osten no explotaba a su caballo para obtener dinero, y estaba dispuesto a dejar que otros le hicieran preguntas. Era raro que un charlatán se atreviera a ofrecer tantas facilidades a sus críticos. Hans el Listo parecía verdaderamente listo. Como se trataba evidentemente de un asunto importante, se nombró a una comisión de eminentes zoólogos y psicólogos para que estudiaran al caballo. El fallo de la comisión fue que en el curso de un dilatado examen se había excluido por completo toda posibilidad de truco. Así, pues, la ciencia respaldaba con su imponente autoridad las afirmaciones del señor von Osten a favor de la inteligencia de los mamíferos superiores.

Los admiradores de Hans el Listo estaban jubilosos. El propio Esopo no hubiera pedido más.

Pero había truco. Oskar Pfungst lo descubrió sólo unas semanas más tarde de que la distinguida comisión prestara su testimonio. Pfungst demostró que cuando se escribían las preguntas en tarjetas y se tomaban de una pila de forma que nadie salvo Hans el Listo pudiera saber cuál era la pregunta, el caballo era incapaz de contestar. Comenzaba a golpear con el casco y continuaba indefinidamente, mirando intensamente al interrogador como si esperase algún signo para detenerse. Pfungst descubrió que lo que el caballo esperaba eran pequeños movimientos de cabeza del interrogador. Para que el interrogador pudiera saber si el caballo daba la respuesta correcta, tenía que empezar por pensar en el problema él mismo y contar subvocalmente mientras el caballo comunicaba mediante los golpes del casco su respuesta. Después del último de los golpes esperados, la persona que interrogaba al caballo relajaba muy ligeramente la tensión y así, inadvertida e inconscientemente, hacia un movimiento mínimo. Esto era lo que estaba esperando Hans el Listo. Una vez descubierto este secreto, Pfungst podía obtener del caballo la respuesta que quisiera. No era la facultad psíquica superior del razonamiento lo que hacía de Hans el Listo un animal tan notable, sino la facultad psíquica inferior de la percepción.”

Extraido de “Introdución a la psicología” de George A. Miller.

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El libro tubo bastante repercusión cuando salio al mercado allá por finales de los noventa, adentrándonos un poco en la psicología y el funcionamiento de la mente en general. Igualmente puede resultar agradable de leer para descubrir algo más los entresijos de la mente el ensayo “Cómo funciona el cerebro” de Francisco Mora.

Fuente: http://www.theweirdworldof.com/2009/04/hans-listo/

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