Por Octavio Chon Torres (Krisaltis)
K: Hemos cultivado una mente que puede resolver casi cualquier problema tecnológico. Pero, al parecer, los problemas humanos nunca han sido resueltos. Los seres humanos están ahogados por sus problemas: los problemas de la comunicación, del conocimiento, de las relaciones, los problemas del cielo y del infierno; todo el problema de la existencia humana se ha vuelto un inmenso y complejo problema. Y, aparentemente, ha sido igual a lo largo de la historia, a pesar de su conocimiento, a pesar de sus siglos de evolución, el hombre jamás ha estado libre de problemas.
DB: Sí, de problemas insolubles
K: Yo pongo en duda que los problemas humanos sean insolubles
Conversación entre el físico David Bohm y el filósofo Jiddu Krishnamurti
“Más allá del tiempo”
Desde antiguo los seres humanos hemos tenido en cuenta el factor ilimitado de la naturaleza, su complejidad que implica a su vez la contemplación de lo incognoscible, pero al mismo tiempo un maravillarse de lo que Es, en respeto y armonía. El reconocimiento de nuestras limitaciones que no conllevan a una frustración de la condición humana, sino a una mejor comprensión y por tanto a actuar. Esto se puede ver en las culturas nativo americanas, en las orientales, incluyendo a los griegos. A esto, al reconocimiento de la limitación, se le ha dado por considerar “pensamiento místico”. En la actualidad se tiene mucho prejuicio por la palabra misma “místico”, que es tomada por charlatanería, sea por tergiversación o por simple falta de escucha atenta a lo que se dice. Hemos de recordar para esta indagación, pues, lo siguiente: “La mística (aunque tal vez hubiera que inventar otro vocablo) no es, por tanto, ninguna cosa irracional. Al contrario. La mística, el Tao, o como quiera decirse, es el impulso mismo de la razón crítica. También su fundamento. Lo presintió Platón: sólo alguien que, en el fondo, sabe puede asombrarse por no saber. Dicho de otro modo: la mística es la lucidez, la conciencia sin símbolo interpuesto. Los anónimos redactores de las Upanishads lo proclamaron hace milenios: el discurso humano es una delicada farsa sobre un trasfondo de lucidez absoluta. Permanentemente, lo que no puede decirse fundamenta lo que se dice. En el principio jamás fue el verbo”[1].
Así, en este aspecto, se puede considerar que lo místico es lúcido y sensato. ¿Acaso lo coherente no reside en comprender los hechos, no subestimándolos y evitando seguir patrones de condicionamiento en relación al entorno? Es de este modo que insistir en etiquetar como “charlatanería” a lo denominado místico es insensato. El pensamiento antiguo inspirado en lo ilimitado resulta entonces racional, pero no racionalizador[2], como lo mencionó el epistemólogo contemporáneo Edgar Morin[3]. Y resulta saludable mencionar al premio nobel en medicina Konrad Lorenz, quien menciona: “La errónea creencia de que sólo las cosas concebibles para la razón, e incluso sólo las demostraciones científicas pertenecen al sólido caudal intelectivo de la humanidad, tiene funestas secuelas. A los jóvenes “instruidos científicamente” esto les induce a arrojar por la borda el inmenso tesoro de erudición y sabiduría que contienen las tradiciones de civilizaciones antiguas y las doctrinas de las grandes religiones universales. Quien opine que todo esto es superfluo y nulo se entregará consecuentemente a otro error nocivo pues albergará el convencimiento de que la ciencia puede crear de la nada toda una cultura con sus implicaciones sobre los cauces racionales. Esta opinión, aun siendo desatinada, lo es quizás algo menos que el creer suficiente nuestra sabiduría para “perfeccionar” arbitrariamente al hombre mediante una intervención en el genoma humano. Una cultura contiene tanto saber “orgánico” adquirido mediante la selección como una especie animal y hasta ahora, según sabemos, ¡nadie ha podido ”producir” una especie animal”[4]. Se ha de reconsiderar entonces que la palabra sensatez implica el balance entre lo limitado y lo ilimitado. Sin embargo, ¿cómo es posible que desde la comprensión de la limitación exista un cambio de actitud en la persona?, ¿qué procesos se dan?
El objetivo de este artículo es ponerlo de manifiesto, de modo lúcido y responsable. Antes bien, ¿qué se precisa para la investigación?, ¿no es acaso la libertad? Pues bien, no existe libertad en una mente condicionada mediante cualquier tipo de ideologías. “(…) ser luz para sí mismo requiere gran libertad, un cerebro muy claro, no un cerebro condicionado. Y tener uno activo, capaz de afrontar retos, de cuestionar, de dudar, implica tener energía. Pero cuando uno depende de otros, pierde la energía”[5]. Se trata entonces de evitar la dependencia, que es distinto a usar herramientas. Cuando la base no es el apego, entonces el atisbar manifiesta cualidades enteramente distintas, es fuerte. Tampoco se crea que el que escribe esto sea un apegado a los autores mencionados. Se ha de recordar que en el denominado mundo académico, existe la tendencia a creer que si alguien dice algo sin citar, es un potencial sospechoso de inventar disparates.
“La física no trata de cómo es el mundo, sino de qué podemos decir sobre el mundo”, dijo Niehls Bohr, muy en consonancia con Wittgenstein, “De lo que no se puede hablar hay que callar”[6]. “Del Tao se puede hablar, pero no del Tao eterno”[7]. “A la naturaleza le gusta ocultarse”, declara Heráclito, aunque más bien somos nosotros los que tendemos a verla pero no-verla[8]. Ahora, como se dijo en un inicio, lo que se ha etiquetado como “místico” -lo sensato en un sentido amplio- implica la comprensión de los hechos, no limitándose al hemisferio izquierdo del cerebro, al pensamiento analítico. En este acontecer, existe la posibilidad de una escucha atenta unos con otros, y no solo eso, sino que la virtud –asumida como la acción correcta- se manifiesta cuando el patrón perverso –lo que no está en su sitio- muere, incluyendo la personalidad ilusoria, ¿o es que acaso la mayoría de las personas no están conformadas por un manojo de emociones producidas por traumas y diversos apegos psicológicos?
Se entiende entonces que la personalidad ilusoria, la hybris que irrumpe en el devenir natural, es inmadura, egoísta y sumida en el olvido de lo real. En este aspecto, la tragedia griega es muy esclarecedora, ya que propone la vida en balance, evitando el exceso, o lo que podría denominarse una vida refinada de modo abusivo. No se trata de una frustración ante el entorno, sino de vivir en armonía con lo que se tiene y con lo que se puede. Por ejemplo, en cuanto a los refinamientos en el uso de electricidad, éste puede desembocar en mayor contaminación para el planeta y nosotros mismos. Lo mismo puede decirse del agua, cuando en parques de diversiones conocidos mundialmente se gastan toneladas y toneladas de agua dulce en piscinas, mientras que en otros países la gente escasea en agua. ¿Alguien está enterado de que algunos de los minerales –como el coltán- necesitados para la fabricación de celulares, por ejemplo, así como lo requerido para el mejor funcionamiento de los video-juegos, misiles balísticos y aparatos electrónicas en general está costando la vida de 3,9 millones de vidas en el Congo?
“En los 10 últimos años, grandes multinacionales, como Nokia, Ericsonn, Siemens, Sony, Bayer, Intel, Hitachi o IBM, se disputan 'el tesoro' a través de aliados autóctonos”[9] No se trata de ir en contra de la tecnología, sino de ir en favor de la ciencia con consciencia y desde allí hace un uso adecuado de la tecnología. La tecnología es la aplicación, diferente de la ciencia en cuanto a ésta última implica lo teórico. Además, es distinta de la ciencia esencial surgida de los griegos, en la que se tenía en cuenta lo inefable, lo ilimitado, y por tanto existía un mayor respeto por la naturaleza.
Lo declara Anaximandro: “Lo ilimitado comprende la causa total de la generación del mundo y de su corrupción. De él fueron separados los cielos y todos los innumerables mundos” Entonces, ¿qué sucede cuando el caos –entendido como la limitación- se lo deja de lado? El resultado es obvio, puesto que todo pasa a considerarse como manipulable, e incluso como meras mercancías. Ya lo atisbó en su tiempo el economista Ernst Friedrich Schumacher, se precisan valores meta-económicos. Otro resultado de considerar a lo ilimitado como mercancía sin más, es que el respeto por la naturaleza cesa. Además, en este aspecto, las personas nacen en una comunidad en la que no tienen idea de lo que hacen y meramente se limitan a lo productivo.
Muy similar es lo que señala la futurista Hazel Henderson, cuyo argumento nos lo puede describir el físico teórico Fritjof Capra: “(…) La economía, aclara, no es más que un aspecto de la textura ecológica y social global, que los economistas tienden a dividir en fragmentos, haciendo caso omiso a la interdependencia social y ecológica. Todos los servicios y mercancías quedan reducidos a sus valores monetarios, y se ignoran los costes sociales y ambientales generados por toda actividad económica, considerados como “variables exteriores” sin cabida en los modelos teóricos de los economistas. Los economistas corporativos, señala Henderson, no sólo tratan el aire, el agua y numerosas reservas del ecosistema como géneros gratuitos, sino también la delicada red de relaciones sociales, gravemente afectada por la continua expansión económica. Los beneficios privados se realizan cada vez más sobre la base de unos costes públicos, como el deterioro del medio ambiente natural y de la calidad general de la vida. “Nos hablan de la impecable limpieza de platos y ropa –observa con humor amargo-, pero olvidan mencionar la limpieza desaparecida en ríos y lagos”[10].
Al mismo tiempo la escritora Vivianne Forrester declara: “Lo más funesto no es la desaparición del empleo sino la explotación cínica de este fenómeno, ante todo con el argumento de que el desempleo actual es excepcional, transitorio, insólito. Así se conserva el mito de que la desaparición del empleo es apenas un eclipse. Y con ello, al prometer su egreso inminente, al restar dramatismo a la marginación de los excluidos, al alentar el sentimiento de vergüenza que lo acompaña (pero que, felizmente, está decreciendo), se refuerza la explotación de aquellos que corren peligro de caer en el desempleo, los que quedan a merced de los dueños de los pocos puestos de trabajo que quedan. Lo más funesto no es la ausencia de empleos sino las condiciones de vida indignas, el rechazo, el oprobio infligido a quienes la padecen. Y la angustia de la inmensa mayoría que, bajo la amenaza de caer desempleado, se ve sometida a una opresión creciente”[11].
Así, el animal humano tiene grandes posibilidades de sentirse vacío, perdido, no saber qué hacer en este planeta, no tener idea de por qué ha nacido, impulsado por el deseo de competir, de ganar, de ser el mejor, teniendo en mente ídolos que motivan al olvido de la comprensión de sí mismo. ¿Qué se precisa para la contemplación de uno mismo?, ¿no es acaso tranquilidad?, ¿y qué implica la competencia, no es acaso un modo de violencia en cuanto uno quiere ser mejor que otro, comparándose, midiéndose; en otras palabras, seguir un ideal personal? Es un hecho, por lo tanto, que en este modo de pensamiento superfluo no existe tranquilidad, y por tanto las posibilidades en la comprensión de sí mismo, incluyendo unos con otros, cesa. No se está en contra de la competencia toda, sino de la que acarrea a todos los niveles del ámbito humano, en otras palabras, cuando se desemboca de su sitio. Para evitar esto, antes es preciso conocerse a sí mismo. Así, una persona que no es consciente de lo que Es, es más fácil de manipular.
Ya lo observó Jung: “Sólo se pude hablar de igualdad de los individuos en tanto estos son en gran medida inconscientes, es decir, inconscientes de sus diferencias fundamentales. Cuanto más inconsciente sea una persona, tanto más seguirá el canon general del acontecer psicológico. Por lo contrario, cuanto más consciente de su individualidad llegue a ser, tanto más pasará a primer plano su diversidad con respecto a otros sujetos y tanto menos corresponderá a la expectativa general. También resulta mucho más difícil predecir sus reacciones. Esto guarda relación con el hecho de que una consciencia individual es siempre más amplia y diferenciada. Cuanto más amplia llega a ser tanto más reconoce diferencias y en mayor medida se emancipa de la regularidad colectiva, porque el grado de libre albedrío empírico crece en proporción con la amplitud de la conciencia individual”[12]
Así, pues, en el proceso de investigación, cualquiera que sea, incluyendo las matemáticas o la física, se ha de implicar al sujeto. Algo así como sucedía con la alquimia: “Se trata, pues, de la acción de la verdadera alquimia: consiste más en la transmutación que sufre el espíritu del alquimista hacia unos estadios de purificación, desligándose de la materia terrenal, que del simple hecho prosaico que consiste en la transformación egoísta de los metales: de los innobles en oro o, al menos, plata de elevada graduación”[13] Aquí hemos de poner en práctica la retroprogresión: “(…) en cultura no hay progreso; hay retroprogeso. Toda evolución que no conserve de algún modo su punto de arranque es una falsa evolución (…) se define por un movimiento hacia la parcelación y fragmentación de lo real, y un contramovimiento de recuperación de la no-dualidad originaria. Cualquier forma cultural –institución, cosmovisión, leguaje- es el resultado de este equilibrio.”[14] Es por tanto un proceso de aprendizaje continuo. En este caso, no se trataría de una ciencia en la cual la persona “desenchufe” de la realidad. Antes bien, que tenga los pies en la tierra, se conozca a sí mismo, exista respeto hacia los demás y desde allí moverse.
Ahora, cuando la persona olvida –o deja de lado- la comprensión de los hechos, esa “mística” mencionada en un inicio, empieza a proyectar imágenes de su alrededor. En el ámbito de cada quien, al no conocerse a sí mismo, tiende a tomar como patrones de conducta lo que del exterior surge. En un principio resulta normal, el deterioro reside en que esa imagen inicial que fue proyectada desde afuera, empieza a echar demasiadas raíces. Es cierto que desde niño uno precisa algunas conductas como guía, y que cuando ya madure mediante el proceso de conocerse a sí mismo vaya “sacudiéndose”, mediante la crítica y la reflexión. “(…) Verás, desde que nacemos la gente nos dice que el mundo es así y asá, y naturalmente no nos queda otro remedio que ver el mundo en la forma en que la gente nos ha dicho que es”[15]. Sin embargo, ¿vemos que las personas se sacudan por completo, en la medida que ya no dependa –de modo malsano- de esos patrones? Lo que se observa es que esas imágenes asumidas como propias, van cambiando, pero se trata como si fuese de una cebolla, capa tras capa. Condicionamiento tras condicionamiento, teniendo como base a la ya mencionada personalidad ilusoria. Efecto pigmalión[16] exagerado.
Es en este instante, en el olvido del sí mismo real que uno, al verse como se ve, aspira a ser algo más. No se está señalando a no sentir aspiraciones económicas, lo cual es natural para optimizar su calidad de vida física. Se está refiriendo, pues, a que ese devenir sea asumido por el ámbito psicológico. De este modo, la proyección, la idealización, va en conflicto con los hechos ¿Y qué sucede cuando se da ese conflicto entre el querer ser algo y el ser algo?, ¿no acontece el sufrimiento?, ¿qué implica el esfuerzo –dentro de lo psicológico, no es acaso el querer ser algo también? Si antes la persona no se ha comprendido a sí misma, es inevitable que haya conflicto y sufrimiento. Puede sentir placer y comodidad, pero no habrá observado la raíz de todo. Se puede sentir placer porque un aspecto de lo que quiso interiormente se realizó, pero el sufrimiento ha de continuar cuando no sea así. ¿Qué tiene que ver esto con lo ilimitado? Lo ilimitado también somos nosotros en su complejidad. Si se olvida lo que Es –indeterminado- la proyección que tenemos de los demás, sean parientes o compañeros, serán meras apariencias. Así, la persona que se ha proyectado a sí mismo mediante la idealización, lo hace en cuanto a los demás. Olvida que las personas no son estáticas, omite su complejidad. ¿De dónde procede la desilusión, no es acaso porque algo se ha sido proyectado mentalmente, no es indicio de no conocerse unos con otros? “Entonces nos preguntamos si es posible librar al cerebro de ser hindú, musulmán, cristiano, marxista. Somos seres humanos, no etiquetas. Pero las etiquetas cuentan muchísimo. Eso es lo que ocurre.”[17]
Lo mismo sucede con las ideologías, cuando la imagen se torna más importante que la persona, y es en ese instante en el que es muy posible que surjan los diversos modos de totalitarismo. Se omite lo complejo, lo diverso, la autocrítica y por tanto aquello que no se limita al propio sistema. En cuanto a la relación entre lo ilimitado, vemos que la persona, al enfocarse en lo limitado y creer que es lo único real, gasta mucha energía, puesto que se resiste al fluir natural. Entonces la persona se desgasta, parecerá viva por fuera, pero por dentro no se sentirá completo. En este estado, sentirá cierta sensación de satisfacción por los objetos externos, aumentando los refinamientos excesivos. Así, la naturaleza pasa a segundo plano y es considerada como medio para satisfacer muchas de sus necesidades superficiales, no necesarias. Ya lo atisbó también Platón en su República “(…) Mas si tú quieres que echemos un vistazo a una ciudad malsana, nada nos lo impide. Hay razón, según parece, para creer que algunos no estarán contentos con ese género de vida; agreguemos, pues, lechos, mesas, muebles de otra especie, manjares, ungüentos, perfumes, cortesanas, golosinas, y de todo ello en abundancia. No entrará, pues, dentro de lo simplemente necesario lo que enumeremos al principio, o sea la vivienda, los trajes y el calzado; habrá que introducir la pintura, el bordado, y procurarse oro, marfil y materias preciosas de toda clase. ¿No es así?”[18].
Asimismo, Lao Tsé en su Wen Tsu lo comprendió: “Los gobiernos de las épocas degeneradas extraían los minerales de las montañas, tomaban metales y gemas, partían y pulían conchas, fundían bronce y hierro; así pues, nada florecía. Abrían los vientres de los animales preñados, quemaban los prados, volcaban los nidos y rompían los huevos; así, los fénix no alcanzaban el vuelo y los unicornios no vagaban libremente. Cortaban los árboles y construían edificios, quemaban los bosques para los campos, pescaban de sobremanera en los lagos hasta el agotamiento. Amontonaban la tierra para poder vivir en las colinas, y cavaban el suelo para poder beber de los pozos. Hacían más profundos los ríos para fabricar presas, construían murallas en las ciudades que consideraban seguras, cercaban a los animales y los domesticaban”[19]. Pues bien, el problema está cuando el equilibrio entre necesidad vital y placer superfluo se deja de lado. No hay nada enfermo en contemplar piezas de arte, pero cuando se trata de consumir hasta morir por la aparente necesidad de sentirse lleno, entonces hay conflicto. La proyección limitada –ilusoria cuando se la toma como lo único real- desemboca en conflicto con lo inefable, dado que la comprensión no se limita a las palabras.
En cambio, en el comprender de lo esencial, existe fuerza, inteligencia, lucidez, y las divisiones, no es que cesen, sino que uno no se limita a ellas. Existe lo limitado, pero apreciado desde lo ilimitado. Bertalanffy indica “(La realidad) es una interacción entre conocedor y conocido, dependiente de múltiples factores de naturaleza biológica, psicológica, cultural, lingüística, etc. La propia física nos enseña que no hay entidades últimas tales como corpúsculos u ondas, que existan independientemente del observador. Esto conduce a una filosofía “perspectivista” para la cual la física, sin dejar de reconocerle logros en su campo y en otros, no representa el monopolio del conocimiento. Frente al reduccionismo y las teorías que declaran que la realidad no es “nada sino” (un montón de partículas físicas, genes, reflejos, pulsiones o lo que sea), vemos la ciencia como una de las “perspectivas” que el hombre, en su dotación y servidumbre biológica, cultural y lingüística, ha creado para vérselas con el universo al cual está “arrojado” o, más bien, al que está adaptado merced a la evolución y la historia”.
Dentro de lo que concierne al modo de sistema de gobierno planetario, el olvido de la comprensión de lo que Es podría describirse así: “(…) No hay límites a lo que pueda suceder a partir de la absolución que se dan los bellos espíritus cuando cometen contra algunos lo que jamás osarían contra otros, arrogándose el derecho de considerar inferior a una cierta parte de la humanidad. Cuando falta la ética, no hay límites. Lo mismo sucede cuando se acepte que se le niegue un solo derecho a una sola persona. Ni los habrá mientras reine, utilizando el término artificial de globalización, esta dictadura ultraliberal que da prioridad al lucro por encima del conjunto de los seres humanos”[20].
Volviendo a Lao Tse, “cuando las personas pierden su naturaleza esencial por seguir sus deseos, sus acciones nunca son correctas. Gobernar una nación de esta manera desemboca en el caos; gobernarse a sí mismo de esta manera desemboca en la deshonra”.[21]
Después de todo lo mencionado, ya se ha de atisbar de mejor manera cómo está relacionado el olvido de lo inefable, la destrucción de la naturaleza y el deterioro en la calidad de las relaciones humanas. Se concluye, entonces, que la relación que existe ante todo lo expuesto es de vital importancia para poder mejorar la cosmovisión de cada uno, su weltanschaung, en otras palabras. De no ser así, es muy probable que los problemas actuales continúen como lo hacen hasta ahora. Es un llamado no sólo a la reflexión, sino al sentido autocrítico de cómo se ven las cosas.
[1] “Filosofía y mística”, Salvador Pániker, pág. 9. Ed. Anagrama. Segunda edición, Barcelona, 1992.
[2] Tratar de abarcar todo desde un mismo molde y excluir lo diferente, siendo un sistema cerrado por tanto intolerante
[3] “Introducción al pensamiento complejo”, Edgar Morin. Ed. Gedisa. Traducción por Marcelo Pakman, Barcelona, 2001.
[4] “Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada”, Konrad Lorenz, traducción de Manuel Vazquez. Plaza & Janes editores. Traducción de Manuel Vazquez, primera edición, Barcelona, 1984.
[5] “La mente que no mide”, Jiddu Krishnamurti. Ed. Edhasa. Traducción de Armando Clavier, primera edición, Barcerlona, 1992.
[6] “Tractatus Logico-Philosophicus”, Ludwing Wittgenstein. Versión e introducción de Jacobo Muñoz e Isidoro Reguera, pág. 183. Alianza Editorial. Primera edición, Madrid, 2001.
[7] “Tao Te King”, por Lao Tsé
[8] Si vemos un árbol y solo nos limitamos a su etiqueta, sin examinarlo ni atisbarlo a profundidad, no habremos conocido al hecho, el árbol.
[9] “La guerra del Coltán desangra el Congo”, por Ana Delicado, publicado en el Centro de colaboraciones solidarias
[10] “Sabiduría insólita”, Fritjof Capra, pág. 283. Ed Kairós. Tercera edición, Barcelona, 2003.
[11] “Una extraña dictadura”, Vivianne Forrester. Fondo de cultura económica. Traducción por Daniel Zadunaisky, primera edición, Buenos Aires, 2000.
[12] “Arquetipos e inconsciente colectivo”, C. G. JUNG, pág. 105. Ed. Paidós. Barcelona, 1991.
[13] “
[14] “Filosofía y mística”, pág. 37, Salvador Pániquer. Ed. Anagrama. Segunda edición, Barcelona, 1992.
[15] “Viaje a Ixtlán”, Carlos Castaneda, págs.347-348. Fondo de cultura económica. Traducción de Juan Tovar, primera edición, México, 1979.
[16] El efecto pigmalión, para ponerlo en términos resumidos, es el patrón que la sociedad plasma en las personas para que éstas actúen de una u otra forma, siendo el resultante que la persona se comporte como quiere que la sociedad se comporte. En este artículo el efecto pigmalión se refiere principalmente cuando el olvido del ser esencial yace ofuscado.
[17] “La mente que no mide”, J. Krishnamurti. Ed. Edhasa. Traducción de Armando Clavier, primera edición, Barcerlona, 1992.
[18] “República”, Platón. Traducción directa del griego por Antonio Camarero, pág. 197. Ed. Eudeba. Traducción directa del griego por Antonio Camarero, 24 edición, Argentina, 2005.
[19] “Wen Tzu”, Lao Tsé, fragmento 177, versión de Thomas Cleary. Ed. Edaf.
[20] “Una extraña dictadura”, Vivianne Forrester. Fondo de cultura económico. Traducción por Daniel Zadunaisky, primera edición, Buenos Aires, 2000.
[21] “Wen Tzu”, Lao Tsé, fragmento 7, versión de Thomas Cleary. Ed. Edaf.
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