En la filosofía China puede encontrarse una vertiente filosófica que llama la atención. Se trata, pues, del taoísmo, aunque de “ismo” no ha de decirse exactamente que es, puesto que iría en contradicción con una de sus enseñanzas, “Si intentas representar su imagen en tu mente, lo perderás”[1]. La pregunta surge de inmediato cuando uno lee las líneas de los libros referidos al Tao. ¿Cómo es posible que a partir de esta frase, por ejemplo, “El Tao que puede ser expresado, no es el Tao eterno. El nombre que se le puede dar, no es su verdadero nombre”[2], puede surgir todo un modo de vida ético y hasta político? De eso ha de tratarse, en la medida de lo posible, para poder comprender de mejor manera esta peculiar “forma” de pensar. Así pues, es preciso partir de sus fundamentos esenciales, como lo es el Tao mismo, desde la perspectiva del lenguaje y el pensar analítica, ya que, como es obvio, el Tao nombrado no es el real. Ahora bien, existen varios textos referidos al Tao, entre ellos se encuentra el famoso “Tao Te King”, muy difundido en occidente. Sin embargo, existen otros textos no muy conocidos, como el “Hua Hu Ching”, el
“Wen Tzu” y el “Nei P’ien”. Se hará uso de estos cuatro textos para proseguir con la indagación.
Así pues, el Tao es lo incognoscible pero cognoscible. Esto no entra en contra del principio de no contradicción puesto que el Tao, algo similar a Brahman pero con aplicaciones más prácticas, lo penetra todo. “El camino”, como se le dice a la senda taoísta, implica acción constante, práctica continua. No se trata de enseñanzas que puedan ser tomadas a la ligera, pero tampoco al pie de la letra. Apegarse a las palabras es olvidar su esencialidad. En su aplicación, tampoco se motiva a la búsqueda externa de la verdad sutil. El camino es complejo y precisa claridad al andar. “No te ocupes de rendir culto a deidades e instituciones religiosas como fuente de la verdad sutil. Hacer esto es colocar intermediarios entre ti mismo y lo divino y convertirte en un mendigo que buscar afuera un tesoro que está escondido en el interior de su propio corazón. Si quieres rendir culto al Tao, descúbrelo primero en tu propio corazón. Entonces tu culto tendrá sentido”[3]. Ahora, ¿qué clase de enseñanza ética puede tener el fragmento expuesto, cómo es posible? La cuestión es simple. Aquí se trata de ser maduro, es decir, de evitar depender de agentes externos para la comprensión de lo que Es, del Todo. En este cese de la dependencia existe fuerza que surge de uno mismo, de modo que la persona se torna fuerte. Cuando uno depende de lo externo, se vuelve débil y poco a poco puede ser fácilmente manipulado. Este pensamiento-sentir incita también, pues, a formarse criterios acerca de lo que a uno le rodea. Ya lo vio también Jiddu Krishnamurti, “No es la confianza en uno mismo, la cual forma parte de la condición egocéntrica, egoísta. Pero el ser luz para sí mismo, requiere gran libertad, un cerebro muy claro, no un cerebro condicionado. Y tener un cerebro activo, capaz de afrontar retos, de cuestionar, de dudar, implica tener energía. Pero cuando uno depende de otros, pierde la energía”[4]. Visto de esta manera, entonces, queda claro la significación profunda del pensamiento-sentir desde el Tao. Y se dice “pensar-sentir” ya que, como puede notarse, el pensar por sí solo es limitado.
Lo primordial se encuentra pues, en la comprensión de la verdad sutil. Sin ésta, todo cuanto se haga no tiene sentido. Por eso, es preciso escuchar e investigar, “No escuchar y no investigar es como ser ciego y sordo en compañía de los demás”[5]. Esta frase también conlleva una gran enseñanza, y es que el camino del sabio no es estar en un lugar apartado de los demás, siendo indiferente a lo que ocurre en el mundo. Similar y más explícito se ve aquí, “La verdadera comprensión en una persona tiene dos atributos: Consciencia y acción. Juntos forman un tai chi natural. ¿Quién puede disfrutar de la iluminación y permanecer indiferente a los sufrimientos del mundo? Esto no está en armonía con el Camino. Sólo quienes aumentan sus servicios junto con su comprensión pueden ser llamados hombres y mujeres del Tao”[6]. Estas palabras tienen mucho poder y significado. Véase que se declara que el sabio no es alguien pasivo, sino altamente activo. Pero no es una acción producto del condicionamiento, sino que es manifestación de la comprensión. Pone en práctica lo que comprende desde lo esencial. Hay armonía entre hacer y comprender, sin distinción alguna. Y es que solo en la comprensión verdadera existe acción, puesto que se ven las cosas claras y nítidas, de modo inevitable ha de surgir algo, dada la energía sentida en la observación plena y cabal de lo existente. El sabio no está separado de los demás, puede sentir al otro como sí mismo, por eso “Sé simplemente consciente de la unidad de las cosas”[7].
También se enseña sobre el término medio, el equilibrio, el balance, y al mismo tiempo sobre la interacción de los opuestos complementarios: yin-yang. Al respecto del primero, puede verse: “Ir más allá del límite es exceso; desviarse de las órdenes o presionar para el fin es algo peligroso. Llegar a un buen fin lleva largo tiempo; un mal fin no puede cambiarse más tarde. ¿Puedes permitirte ser descuidado? Simplemente sigue las cosas y deja que tu mente se mueva libremente. Resígnate a lo que no puede evitarse y nutre lo que está en tu interior; esto es lo mejor. ¿Qué más tienes que hacer para cumplir tu misión? Nada es tan bueno como seguir las órdenes (obedecer al destino). ¡Así de difícil es!”[8]. Esta enseñanza implica la mediocridad en el sentido sano y saludable. Cuando uno vive en armonía consigo mismo, fluye en todas las circunstancias que acontezcan. Será como el agua en un río, bordeará las piedras y seguirá su camino. De este modo, en el movimiento de los opuestos complementarios sabrá fluir, yendo en equilibrio con lo existente. Los excesos cesarán de por sí cuando sea uno con el balance. Ir en detrimento del término medio implica el devenir constante de perturbaciones mentales, consecuencia de no haber comprendido la esencialidad de las cosas. Cuando la mente está calma, las diez mil cosas se manifiestan. A modo similar de un lago, que cuando está quieto puede percibir hasta la mínima turbulencia, así, la mente puede captar las cosas cuando está en paz. Es por esto que una persona en calma es perceptiva y altamente activa, ya que lo aprehende todo con fluidez. Se precisa, pues, el fluir natural, condición primigenia, que es el Tao. Para el caso “Mantén tu mente libre de divisiones y distinciones. Cuando tu mente es simple y está desapegada y silenciosa, todas las cosas pueden existir en armonía y puedes empezar a percibir la verdad sutil”[9].
Estas enseñanzas tienen una influencia poderosa en cuanto al modo de gobierno, de ahí que en el libro Wen Tzu se indiquen explícitamente cómo ha de gobernarse desde el Tao. Y es que se reconoce que la influencia de la política y la economía son directas en la vida de las personas “(…) al observar que una de las causas de los problemas psicológicos y sociales radicaba en las condiciones económicas, mientras que las causas de los problemas económicos radicaban en las condiciones psicológicas y sociales.”[10] Así pues, se trata de un principio de recursividad organizacional, en el que la causa influye en el efecto y el efecto en la causa. Cuando los gobernantes están en el camino de la virtud los gobernados viven en paz. Si los de arriba son codiciosos, los de abajo serán ambiciosos y carecerán de deferencia. Se nota aquí la influencia de los que están en el poder político en cuanto a sus actitudes. El Wen Tzu trata de la educación ética de los gobernantes y su relación con los gobernados. Por ejemplo: “Si estás en una posición superior, no estés orgulloso de tu éxito; si estás en una posición de subordinación, no te avergüences de tus problemas. Si eres rico, no seas arrogante; si eres pobre, no robes. Conserva siempre el amor universal imparcial y no dejes que se marchite. A esto se llama humanidad”[11]. Estas palabras resuenan en uno, dado que nos tiene presente que aun se esté en la posición más alta de algún cargo, la esencialidad primigenia ha de ponerse en práctica. En otras palabras, encuéntrese uno en donde se encuentre, ha de ser consciente de lo esencial y ponerlo en práctica, como se señaló más arriba. “Si estás en una posición superior, ayuda al débil; si estás en una posición de subordinación, mantén el control sobre ti mismo. No te complazcas en tus antojos cuando tienes éxito, y no te agites cuando estés en una situación apurada. Sigue uniformemente la razón, sin torcerla de manera subjetiva. A eso se le llama justicia”[12]. Permanecer en equilibrio, en armonía, es clave para toda forma de gobierno. Así, los que están en el pueblo, valorarán la virtud. Si los que gobiernan no practican la virtud, los gobernados estarán llenos de resentimiento. Si no hay orden y armonía, todo lo demás estará en agitación.
Así, en cuanto a la ética de los que gobiernan, se sugiere permanecer en la senda del Tao en la medida de lo posible para que la nación vaya de forma adecuada. Los deseos han de ser moderados, evitando los excesos, como se dijo. “Una nación caótica parece llena, una nación en orden parece vacía; una nación moribunda parece carente, una nación que se esfuerza parece tener abundancia (…) Tener abundancia no significa tener muchos bienes; significa que los deseos son moderados y pocas las cosas que se emprenden. Estar carente no significa tener dinero; significa que el pueblo es poco numeroso y los gastos son grandes”. Moderación, prudencia, virtud, son cualidades básicas para el buen gobierno, pero también lo son para la puesta en práctica de la ética taoísta.
Y volviendo a la actitud de uno en cuanto a su acción, el Hua Hu Ching pone de manifiesto que, “Una persona superior cuida del bienestar de todas las cosas. Lo hace aceptando la responsabilidad de la energía que manifiesta, tanto activamente como en el reino sutil”[13]. El hacer no se limita al plano físico, sino también al reino sutil, de lo energético no-físico, pero que influye en lo físico. Al mismo tiempo, el sabio, al verse a sí mismo, ve todo lo que existe. Principio hologramático, en el que la parte se ve manifestada en el todo y viceversa. Pero esto no se limita, por supuesto, al ámbito humano, sino que la naturaleza se ve implicada profundamente. Y es que la perspectiva desde el Tao es también naturalista. Por esto, “Mirándose a sí mismo, ve la misma cosa. Árboles, animales, humanos o pájaros: insectos, flores y pájaros. Estas son imágenes activas de las energías sutiles que fluyen desde las estrellas a través del Universo. Encontrándose y combinándose entre sí y con los elementos de la tierra, hacen surgir todas las cosas vivas. La persona superior comprende esto y entiende que sus propias energías desempeñan un papel en ello. Comprendiendo estas cosas, respeta a la tierra como a su madre, al cielo como a su padre, y a todas las cosas vivas como a sus hermanos y hermanas. Cuidándolos, sabe que se cuida a sí mismo. Dándoles a ellos, sabe que se da a sí mismo. En paz con ellos, está siempre en paz consigo mismo”[14].
Sensibilidad profunda es lo que expresa el hombre del Tao. El respeto hacia la naturaleza procede de la comprensión de lo esencial. Cuando uno siente la conexión que existe en la naturaleza, siente que no se es el centro de atención de nada o nadie en particular, sino que simplemente uno es parte del flujo universal. Este flujo ha de ser respetado, manifestándose en la naturaleza y en las personas. Uno se ve a sí mismo en los demás porque forma parte de ellos, y merece todo el cuidado respectivo. Este buen trato no está fundado en el egoísmo como pareciese hacerse ver en la frase “cuidándolos, sabe que se cuida a sí mismo”. No se trata de una intención camuflada por preocuparse solo de sí mismo, sino que, como también se dijo en un inicio, parte de la comprensión esencial del Tao. El tao lo penetra todo, se manifiesta en todo, pero tratar de categorizarlo bajo una forma en particular es olvidar su estado primigenio ilimitado. Por eso, “El universo ya es una unidad armoniosa; toma simplemente consciencia de ellos. Si hurgas en buscar paz interior, perderás tu paz interior”[15]. El Universo, el Tao, está ahí, no se precisa buscarlo. Es más, en la búsqueda, al no tener idea de lo que se quiere, ya que por eso es búsqueda, uno proyecta una imagen mental de lo que se desea. En esta proyección uno suele olvidar la comprensión esencial de las cosas. Buscando una aguja en un pajar se encuentra la aguja pero se olvida su esencialidad. Es decir, que en la búsqueda uno proyecta la imagen de algo, y es entonces cuando uno se enfoca en la imagen mental que olvida el hecho en sí mismo. Así, el Tao está en frente de nuestra narices pero somos nosotros lo que bajo los diversos condicionamientos que distorsionamos la visión de la realidad. Lo mismo puede decirse de la paz interior. Es como decir que cuando uno quiere ser libre, no ha de apegarse siquiera a la idea de serlo, puesto que de inmediato se encontrará atado a algo, en relación a algo. Cuando uno anda detrás de la paz, eso en sí mismo es movimiento. La búsqueda es un constante devenir de placer y sufrimiento, en tanto que cuando se lo encuentra, uno se siente dichoso, pero cuando se lo pierde, uno se siente triste. De modo que en la búsqueda solo podrá ocasionarse una paz ilusoria, pasajera en tanto que no contiene en sí la sustancialidad de la comprensión de lo que Es. Solo cuando cesa la búsqueda, la mente estará quieta, y como el lago citado más arriba, podrá percibir de inmediato todo lo que acontezca, incluyendo los problemas y condicionamientos propios de uno. Cuando puede hacerlo, podrá cortarlos de raíz.
Sobre la ética taoísta puede decirse más. Como se ha visto, las implicaciones filosóficas en sus enseñanzas son profundas y a la vez complejas; sin embargo, como se indica desde el Tao, se pueden comprender desde la simplicidad. Se ha podido apreciar pues, que las enseñanzas que en un primer plano parecían esotéricas, tienen mucha relación con el actuar humano. No se trata de palabras vanas salidas de un momento de inspiración, sino de una puesta en práctica constante, en el que no hay diferenciación entre comprender-hacer. La naturaleza está implicada en ello, como una relación cósmica que incluye al ser humano dentro de todo esto, sin darle un papel demasiado importante en detrimento de los demás. Hay respeto y armonía en la comprensión desde el Tao. Además, las repercusiones de estas enseñanzas compartidas van hasta la política. La ética cumple una función vital en todo esto, también. Así, cuando uno gobierna ha de hacerlo desde el sendero del Tao. En caso de no poder hacerlo, habrá que hacer todo lo posible para mantener a la nación en equilibrio. No es un orden impuesto, ya que eso no sería paz, sino que se da a partir de la comprensión de la verdad sutil. Esta verdad sutil, que está delante de nosotros, no ha de ser buscada en detrimento de la paz interior. Las enseñanzas desde el Tao tienen mucho que enseñarnos, y esto se puede ver bien expresado en lo que sigue. “El pensamiento dualista es una enfermedad. La religión es una distorsión. El materialismo es cruel. La espiritualidad ciega es irreal. Cantar no es más sagrado que escuchar el murmullo de un arroyo, pasar las cuentas de un rosario no es más sagrado que simplemente respirar, los hábitos religiosos no son más espirituales que la ropa de trabajo. Si deseas alcanzar la unidad con el Tao, no te dejes atrapar por superficialidades espirituales. Por el contrario, vive una vida tranquila y simple, libre de ideas y conceptos. Encuentra la satisfacción en la práctica de la virtud sin hacer distinciones, que es el único verdadero poder. Dando a los demás de manera generosa y anónima, irradiando luz por el mundo e iluminando tu propia oscuridad, tu virtud se convierte en un santuario para ti mismo y para todos los seres. Esto es lo que quiero decir cuando hablo de encarnar el Tao”[16]
El camino del Tao, puede expresarse en, pues, humildad, dedicación, sinceridad, amistad, buen ánimo. Sus enseñanzas son simples, y solo la mente condicionada lo aprehenderá como complicado, autoproyectándose. Que se comprenda, no existe diferencia entre mundano y sagrado, porque cuando uno comprende lo que Es, se Es en cada acción, movimiento, respiración, palabra.
Octavio Chon Torres (Krisaltis)
[1] “Hua Hu Ching”, traducción de Brian Walter, fragmento 7.
[2] “Tao te king”, fragmento 1.
[3] “Hua Hu Ching”, traducción de Brian Walter, fragmento 17.
[4] “La mente que no mide”, por Jiddu Krishnamurti. Ed. Edhasa.
[5] “Wen Tzu”, versión de Thomas Clearly, fragmento 64.
[6] “Hua Hu Ching”, traducción de Brian Walter, fragmento 53.
[7] Ibid, fragmento 8.
[8] “Nei-P’ien”, versión castellana de Alex Ferrara.
[9] “Hua Hu Ching”, traducción de Brian Walter, fragmento 10.
[10] “Wen Tzu”, versión de Thomas Clearly, página 6.
[11] Ibid, fragmento 74.
[12] Ibid.
[13] “Hua Hu Ching”, traducción de Brian Walter, fragmento 37.
[14] Ibid.
[15] Ibid, fragmento 46.
[16] Ibid, fragmento 47.
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