sábado, 25 de julio de 2009

La familia: importancia planetaria


La familia: importancia planetaria


Por Krisaltis


La familia constituye una de las bases primordiales que caracterizan a una comunidad. En especial, en tiempo como los de ahora, más bien lo constituye a nivel planetario. Como se hace presente en el principio de recursividad organizacional[1], que la causa influye en el efecto y el efecto en la causa. En este caso la causa sería las relaciones entre las personas, cuyo efecto vendría ser la comunidad toda. Esto es, una comunidad se caracterizará por la calidad de relaciones que existan entre las personas.

Pues bien, esta calidad de relaciones empiezan, de modo fundamental, desde la familia. La cuestión vendría a comenzar por qué se entiende por familia o, mejor dicho, verdadera familia. No se niega la influencia de la educación, de la publicidad o de diversos factores; es más, se tiene en cuenta que detrás de los sistemas educativos, de la publicidad y demás, existen personas que han sido criadas en familias. No se quiere caer en una simplificación de la realidad al parecer pretender todo a la familia. Ha de recordarse que se trata de la influencia, no de la determinación exacta de la persona por nacer bajo determinadas circunstancias, como sería propio del comunitarismo. En lo párrafos siguientes se podrá apreciar de manera más precisa el porqué de esta afirmación.

Una civilización no existe de la noche a la mañana, no se da porque algún grupo de rebeldes por afán de despreciar el tipo de valores anteriores quiera poner en práctica uno nuevo. O como diría Konrad Lorenz: Desde luego, podría hacerse asó, ¡pero sólo si se recomenzara en los tiempos anteriores al hombre de Cromagnon[2]. Se trata de varios años. Varios cambios de valores y en especial en la conducta humana se han dado después de la muerte de quien (o quienes) originó la idea. De modo que, pues, es un asunto a largo plazo. Y éste es el caso de la familia, cuya influencia en las comunidades humanas es de gran envergadura cuando se trata de planes a largo plazo. La situación de la familia actual, y a modo de ejemplo en el denominado mundo occidental, está constituida bajo los parámetros judeocristianos en el cual los lazos familiares son cadenas sentimentales y las personas se encuentran atadas. Son muchas las personas viven bajo el condicionamiento familiar, ya sea buscando a una pareja que encajo con su arquetipo de madre o padre, o bien aún siendo un niño de mamá o papá. Entonces, si desde un inicio se empieza por no provocar tales efectos, las relaciones entre las personas en general podrían ser por entero diferentes. Qué hubiera sido de los más grandes genocidas en la historia conocida si la constitución de las familias hubiesen sido óptimas para los valores humanos.

Y esta verdadera familia empieza por darse cuenta uno mismo de lo que acontece, porque al ser conscientes de lo que sucede, se es responsable por lo que se hace. A saber, ser conscientes o es un mero enterarse. Si dos personas comprenden que constituir una verdadera familia es un asunto que se amerita, no solo para ellos sino para la situación planetaria, y así, la constituyen, será un gran logro. Y esta comprensión de familia podrá “heredarse” de generación en generación. Los hijos que resulte de ella podrán compartir sus percepciones con otras más personas. Además, supóngase que uno de ellos se sitúa en algún cargo de importancia, como por ejemplo en la educación. Y así en más, otras varias personas nacidas de esas familias equilibradas se encuentran. El resultado será un tipo de sistema tal que beneficiará a miles de personas más mediante el tipo de educación optimizado. Por otro lado, pero no por eso aparte, si estas mismas personas se ubican en cargos de más influencia, pues, el beneficio sería mayor, y lo que empezó siendo una familia feliz, por así decirlo, puede inducir a una comunidad centrada en valores y principios que consideran la complejidad, la multidimensionalidad, de la realidad. Estas personas, si acaso aún se encuentran en un tipo de sistema como éste, serán muy difíciles, sino inmunes, a las persuasiones ejercidas en el entorno. Eso sí, para concretar este plan ha de tenerse en cuenta que se trata de años, no de la noche a la mañana. A saber, la transmutación en la persona puede ser instantánea, pero de ahí a que se plasme en más personas, a la comunidad toda, es un asunto de tiempo y constancia.

En las actuales circunstancias este planteamiento podría resultar utópico. La constitución de la familia actual está, en su mayoría, promoviendo la fabricación de autómatas que poco o nada conocen de diversidad de soluciones, menos de la optimización de recursos disponibles. La verdadera familia puede resultar una proeza. A algunas personas el mismo término “verdadera familia” puede resultar confuso, ¿”verdadero” en comparación a qué?, ¿cuál es la medida para considerarse “verdadero”?. Téngase en cuenta que se trata más bien de un término provisional, solo para aludir a la calidad de familia a la que se refiere el autor.

Y está claro que familia no es la mera relación genética que tienen las personas. Existen personas que son tratadas mejor que por sus propios hermanos. Se amerita que las personas no traten de manera especial a sus familiares solo por serlos, sino que se trate a las demás personas de una manera optimizada, claro está, considerando la situación, ni que nos dejásemos vituperar sin más. Pero hasta que los seres humanos sean conscientes, estén “despiertos”, puede empezarse a constituir esta denominada verdadera familia. Siendo así, es muy posible que el entorno mismo colabore con la transformación, transmutación de la persona, que es, al mismo tiempo, producto de toda la historia de la humanidad.

Entonces el asunto no se trataría solamente de ir y decir a todas voces sobre la importancia del cambio en la conducta humana, que ha transcurrido durante miles de años, sino que también puede iniciarse de modo local y así a nivel planetario. Sería, pues, la constitución de la familia planetaria.

Namasté



[1] Ver Edgar Morin, Introducción al pensamiento complejo. Ed. Gedisa

[2] Ver Konrad Lorenz, Los ocho pecados mortales de la humanidad civilizada.

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