¿Puede ser la indeterminación física un argumento en favor del libre albedrío?
¿Puede suceder que la indeterminación establecida permita al libre albedrio venir a llenar un hueco, en el sentido de que el libre albedrio determinaría aquellos acontecimientos que la ley de la naturaleza deja indeterminados? A primera vista, tal esperanza resulta obvia y comprensible.
El intento de exponer y desarrollar hasta cierto punto, incluso en esta forma un tanto cruda, la idea, ha sido llevado a cabo por el físico alemán Pascual Jordan. A mí me parece una solución imposible tanto física como moralmente. En cuanto a lo primero, de acuerdo con nuestra concepión actual, las leyes cuánticas, aunque dejan indeterminado cada evento singular, predicen estadísticamente con una gran precisión el conjunto de eventos que han de producirse una y otra vez en la misma situación. Si esa estadística queda interferida por la intervención de algún agente, ese agente habrá violado las leyes de la mecánica cuántica tan a la fuerza como si se hubiera interferido –en la física pre-cuántica- con una ley estrictamente casual. Ahora bien, sabemos que la reacción de una misma persona justamente ante la misma situación moral no da lugar a estadística alguna –la norma es que una misma persona ante una misma situación reaccione siempre precisamente del mismo modo-. (Nos referimos, claro está, justamente a una misma situación; eso no quiere decir que un criminal o un drogadicto no puedan convertirse o curarse a través de la persuasión, del ejemplo, o cualquier otra cosa –por un fuerte influjo exterior-. Pero esto, por supuesto, significa que la situación habría cambiado.) En la hipótesis de Jordan, la interferencia –la entrada en acción del libre albedrío para llenar el hueco de la indeterminación- se convierte en una interferencia con las leyes de la naturaleza, incluso en la forma que revisten en la teoría cuántica. Pero a ese precio, por supuesto, todo es posible. Esto no es una solución al dilema.
La objeción moral fue fuertemente subrayada por el filósofo alemán Ernst Cassirer (que murió en 1945 en Nueva York, como exiliado de la Alemania nazi). La amplia crítica de Cassirer a las ideas de Jordan se basa en un profundo conocimiento de la situación en el campo de la física. Trataré de resumirla brevemente; yo diría que se reduce a esto. El libre albedrío incluye, como parte más importante, el comportamiento ético del hombre. Suponiendo que los acontecimientos físicos que tienen lugar en el espacio y en el tiempo no están de hecho, en gran medida, estrictamente determinados, sino sujetos al puro azar, según cree la mayoría de los físicos de nuestro tiempo, entonces este lazo azaroso de los sucesos del mundo material es ciertamente (dice Cassirer) lo último que puede invocarse como correlato físico del comportamiento ético del ser humano. Porque éste es todo menos azaroso; antes está intensamente determinado por motivos que van de lo más bajo a lo más sublime, por ambición y malicia o por auténtico amor al prójimo o una devoción religiosa sincera. La lúcida argumentación de Cassirer le hace a uno sentir tan fuertemente el absurdo de basar el libre albedrío, incluida la ética, en el azar físico, que la anterior dificultad, el antagonismo entre determinismo y libre albedrío, se disuelve y casi se desvanece bajo los poderosos golpes que Cassirer asesta a la concepción opuesta. “Incluso el margen reducido de predictibilidad (añade Cassirer) que sigue garantizando la mecánica cuántica bastaría ampliamente para destruir la libertad ética, si el concepto y el auténtico significado de ésta fuera irreconciliable con la predictibilidad”. En realidad, uno empieza a preguntarse si la supuesta paradoja es realmente tan chocante, y si el determinismo físico no es tal vez un correlato totalmente adecuado del fenómeno mental de la voluntad, que no siempre resulta fácil de predecir “desde fuera”, pero que generalmente está en extremo determinado “desde el interior”. En mi opinión, éste es el resultado más valioso de toda la controversia: las tornas se han vuelto a favor de una posible reconciliación del libre albedrío con el determinismo físico, tras habernos dado cuenta de lo inadecuado que resulta el azar físico como base de la ética.
A fin de cuentas, el resultado es que la física cuántica no tiene nada que ver con el problema del libre albedrío. Si existe tal problema, los últimos avances de la física no han contribuido en lo más mínimo a esclarecerlo. Citando de nuevo a Ernst Cassirer: “Así pues, resulta claro… que un posible cambio en el concepto físico de la causalidad pueda no tener repercusión alguna inmediata en el campo de la ética.”
Fuente: Cuestiones cuánticas, Heisenberg, Schrödinger, Einstein, Jeans, Planck, Pauli, Eddington. Editado por Ken Wilber. Editorial Kairós.
Nota de Krisaltis: La cursiva no es mía.
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