La persona que investiga, en la mayor parte del planeta, no se encuentra ante óptimas condiciones. Y esto porque, además del factor económico, está ese otro factor, que es el de ver a cada instante que la gente a su alrededor está inmerso, por lo general, en una mentira. Es decir, resulta evidente que mientras más la persona investigue, de acuerdo a la comunidad en la que se encuentre, más detectará engaños tras engaños impuestos a las personas sin que ellos se percaten o cuestionen. En estas circunstancias, el investigador se suele ver en la situación de comunicarle a sus más allegados sobre lo que está ocurriendo, no teniendo muchos resultados óptimos en algunos casos. Cual mito de la caverna Platónica. Así, luego de mucho esfuerzo, el que investiga suele darse por resignado. Podría ver que hay otros medios para difundir lo que sabe, pero desde ya sabe que su condición no es tan favorable considerando que todo el sistema está en pos de mantener la mentira. ¿Cómo se explicaría la perpetuación del engaño, si no es que es hecho a propósito? El investigador sabe que la gente sapiente y con principios es menos propensa a ser maniqueada con facilidad. Sin embargo, sabe que tampoco todos han de saber necesariamente lo mismo que él, por lo que tan solo se contentaría con un mínimo preciso para la población, en cuanto a conocimientos, pero ni eso ve que sucede. En cambio, ve que día tras día la mentalidad de las personas va en decadencia. Primero observa los sutiles cambios en la comunidad, y luego ya tendrá una idea de lo que se avecina. El investigador que no suele estar preparado como persona tiende a decepcionarse, en muchos casos a recluirse fuera de la ciudad o pueblo. Quizá mejor sea ser ignorante, piensa. La falta de motivación por parte de sus allegados le afecta.
El investigador puede notar que la sociedad corrupta en la que se encuentra es una imitación barata de Rita[1]. Aquel que pretenda irrumpir en el orden cósmico será llevado ante Varuna –una suerte de guardián cósmico- o a su equivalente griego Némesis, para que se retorne al fluir natural. El que investiga puede saber que la riqueza en exceso, innecesaria en principio, provoca la “ira” de estos guardianes. Sabe que en las antiguas tradiciones era importante el término medio como modo de evitar desastres. Si se quiere algo, otra cosa de igual valor se ha de dar. Aquel que tiene demasiado, es porque de algún lado se sustrae. Ve que las comunidades más sanas son las que saben vivir con lo preciso, y aún así son felices, puesto que su excelencia consiste en ello, vivir de modo moderado. Solo así, en equilibrio, no hay irrupción de Rita. Sin embargo, el investigador ve en muchas partes que hay exceso en muchos niveles. Quizá luego él pretenda ser un iluminado, influyendo a la gente para que le preste atención. Luego se da cuenta que también hay todo un teatro alrededor del tema “espiritual”. Así, lo único que podría quedarle es comportarse de modo sano, siendo amables con las personas, ayudando a unos y a otros sin ir necesariamente en detrimento de sí mismo. En ese momento es probable que vea como no necesaria el llegar a condición de iluminado y que solo basta con que las personas sepan llevarse bien consigo mismas y entre sí mismas. Solo así, observa, podrán vivir mejor. ¿Por qué otra causa si no es porque la gente se suele maltratar es que viven tan mal como lo hacen? La persona que investiga se da entonces cuenta de que el asunto es muy simple. Y es que ve que se trata de tan solo llevarse bien con los demás, de modo sano y saludable.
Así, el investigador, aunque vea que en su entorno exista mucha adversidad, podrá saber que sí hay un posible cese de la condición deteriorada en la conducta humana. No era necesario retirarse del pueblo o de la ciudad para comprender esto. Tan solo era preciso un poco de tiempo para sí mismo. Se da cuenta que por más que investigue, si no hace una previa parada para ver lo que sucede, quizá los detalles importantes se vean ofuscados, no porque quiera, sino por el arrastre que puede conllevar la sociedad en turno en su estrepitosa marcha hacia el progreso ilusorio. No hay verdadero progreso si no hay un aprendizaje del pasado y un respeto por la herencia cultural. No es apegarse al pasado, es ser conscientes del presente porque cada uno de nosotros somos, de alguna forma, la humanidad entera con miles de años de evolución y desarrollo cultural. Claro, no cada quien sabe lo que ha ocurrido hace miles de años, sino que cada quien ha de ser consciente que antes que él han existido personas, culturas, etc., que forman parte, no todo, de grandes lecciones que pueden ser asimiladas y de gran uso para él y los suyos. El investigador observa que la gente suele nacer sin un ambiente que lo oriente de modo adecuado como persona. Es decir, la sociedad en turno le impone lo que ha de creer, hacer y no hacer. Se suele encontrar en un mundo en el que no sabe ni tiene muy en claro para qué existe. En la antigüedad, a la persona se le instruía y se le explicaba mediante mitos cómo funcionaba el Universo. Ahora, esa misma persona está ante un entorno en el cual incluso se le muestra hostil, sin la noción de naturaleza viva. No se trata de volver al pasado, sino de ser conscientes de que algo falta en la conducta humana. Es cierto, miles de años en que la persona ha vivido a base de interpretaciones del Universo para que luego, en unos cientos de años se le cambie su welstanshauung[2], representa un temblor en su sistema de creencias. Luego, no se promueve el retornar al oscurantismo, sino tan solo que la noción deus ex machine[3] ha hecho una herida en la sensibilidad de la humanidad con consecuencias considerables para el planeta. Y en las escuelas, por lo general, todavía no se les educa aún a los niños a ver al entorno como algo vivo. Lo contrario, se está promoviendo la tecnología, las máquinas modernas como lo que se supone sanará todo esto. Sin embargo, mientras la consciencia de las personas no asimile a lo natural como ellos mismos también, no habrá un cambio radical –de raíz- en todo este asunto.
El investigador, al observar todo esto, puede ser tildado como hereje de su sociedad. ¿Es herejía pensar distinto?, cuestiona. Como al inicio, puede sentirse impotente, pero su lucidez le incita a darse cuenta de que tales sentimientos en excesos son innecesarios. Se percata de la importancia de la sensibilidad en todo esto, ya que solo alguien sensible podrá captar la esencia de las cosas, al sentirlas en sí mismo y no meramente en su intelecto. Y es que, como alguien[4] dijo, no somos solamente homo sapiens sapiens. Tal concepción solo se fundamenta en mentalidades racionalistas. En cambio, ser consciente de la parte demens de uno, permite reconocer las propias limitaciones, darse cuenta de su aspecto sensible, de la importancia de su imaginación y de lo impredecible que puede ser. Y solo siendo conscientes de algo se puede ser realmente responsable. Así, el investigador puede reconocerse como homo sapiens demens. La sensibilidad, pues, le funciona como receptor.
El investigador al final podría preguntarse por qué es que la existencia está como está. Puede darse cuenta de que la evolución –ahora con nuevas características por estar a un nivel psíquico- es un proceso que toma muchos años y que situaciones como las que consideraría óptimas han de esperar más años a que se den. Sabe que la paciencia es importante, incluso si rebasa su vida física. Y esto es así porque no vive meramente para sí, sino también para colaborar con los demás en su investigación.
Mazel Tov
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