La espiritualidad frecuentemente se la asocia con las creencias o los dogmas, sea de la clase que sea, desde las que vienen de la religión establecida, pasando por las sectas y llegando incluso a movimientos espirituales, podría decirse, independientes. Siempre se la asocia con dios o con alguna deidad o divinidad de la cual uno depende de cierta manera. Antiguamente la religión se encargaba de dar los patrones para el sistema de creencia en el que uno se encontraba, pero en la actualidad existe mayor libertad. Sin embargo, hay una espiritualidad de la que no se ha hablado, que si uno desconociera de qué se trata, se pensaría que tiene más que ver con un escepticismo espiritual, por más contradictoria que suene la palabra.
La espiritualidad que les vengo a presentar ahora es la espiritualidad de la libertad. Es la espiritualidad del que decide por sí mismo y no depende de otras entidades. Este modo de pensar y vivir cuestiona las creencias establecidas como dios, pero depende de uno si cree en una deidad tal o no, y si aún existiese, no habría por que darle tributo puesto que cada uno de nosotros somos seres en planos de manifestación múltiple. Se habla aquí de dios porque es la clase de entidad con la que se representa mayormente a lo que posee un poder absoluto de las cosas, pero bien podría hablarse de maestros ascendidos, ángeles, etc. En otras palabras, se trata de una espiritualidad que reconoce la existencia energética de las cosas, pero que no se somete a creencias de tipo dogmático o cae en la ignorancia de tomar todo por cierto. Y esto es así porque no todo lo que supone espiritual sea bueno, sino que hay cosas que no siempre le vienen bien a uno.
Este tipo de espiritualidad puede ser practicado por todo aquel que quiera reconocerse como sujeto libre en su psique. Si bien es cierto el sistema social no permite a la persona ejercer su libertad con pleno derecho por diferentes motivos, económicos o políticos, es verdad que si uno se siente con el poder de hacer dentro de sí un ser consciente, pensante, sintiente y libremente espiritual, podrá trascenderse, sin ir más allá de su propia existencia. La espiritualidad es una de las cosas a las que más se la ha atado con creencias, supersticiones y toda clase de dogmas. Pues esto ha de tener un fin, la presente tiene por motivo sacudirse de todos esos preconceptos y hacer nacer una espiritualidad que pueda llamarse espiritualidad en sentido propio y no mero lavado de cerebro o continuación del sistema de creencias anterior.
Para ser espiritual no se necesita afirmar o negar dogmáticamente siguiendo tal o cual pauta, lo diga un gurú o la corriente espiritual en turno. Podría pensarse que cómo es posible tener una espiritualidad de esta magnitud, ya que al final se caería en una contradicción puesto que hablar de espiritualidad implica ya cierto dogmatismo al referirse a lo espiritual. Esta pregunta puede responderse diciendo que no todo en la vida es materia, y que la división materia-espíritu pasa por una división desde la perspectiva mental, aunque ello no involucre un relativismo de lo que suelen escudarse algunas personas. Uno dice que lo material se diferencia de lo espiritual porque lo material puede tocarse. Sin embargo, uno no puede tocar emociones, y ello no significa que no existan. A lo más podría tocar la parte del cerebro que se encarga de las emociones, pero ello no hace que se “toque” en el sentido literal de la palabra. Alguien podría argüir que la respuesta no es satisfactoria porque se pasa por alto la definición de lo espiritual. Lo espiritual en los términos al que me refiero es más que un mero concepto, y más se aproxima a un hecho que no puede si no es por mera aproximación, y así, de aproximación en aproximación quizá tener la esperanza de dar con algo más oportuno. Lo espiritual, en este sentido, es todo, y la diferencia entre lo espiritual y lo que no es espiritual no tiene ningún significado en el sentido del que tomará la espiritualidad aquí. ¿Entonces, será un acto corrupto algo espiritual? Un acto corrupto es un acto corrupto, pero para entender mejor este punto será necesario argumentar lo siguiente.
Todo lo existente no puede entrar en la cabeza de nadie. Por ese motivo no hay nadie que pueda entender todo lo que pasa en el universo o los universos que puedan existir. La humanidad es muy limitada y ello que es ilimitado es indescriptible. Ante eso que es ilimitado solo nos puede quedar la admiración, o en su contrario un nihilismo, o por último una “experiencia” que normalmente se le conoce como iluminación –aunque en último término lo que queda depende de lo que uno sienta en ese instante-. Esta iluminación no hace santo a nadie, sino solo es la “vivencia” de aquello que está “más allá”. A partir de aquí me veo en la situación de usar varias comillas ya que no hay palabras para poder describirlo. Pero siguiendo con lo dicho, no hay garantía alguna por la que alguien que haya “vislumbrado” aquello pueda guiar a otros a que lo vean también, de hecho es imposible puesto que todo lo que uno pueda decir termina en un círculo dado que pertenece a este mundo conocido. Es bastante familiar que figuras de mucha importancia en ciertas religiones han marcado un antes y un después, pero ello no ha sido suficiente como para que la humanidad en su totalidad mejore. Todo lo contrario, muchas de las masacres y etnocidios se han ejercido en nombre de Jesús, Mahona, etc., solo por citar algunos nombres. Y no viene al caso decir que es el hombre quien lo ha hecho, o que es la religión o la política, ya que lo que importa al fin de al cabo es el resultado de lo que a partir de esos hombres o mujeres ha surgido. Pero volviendo al punto que se intenta explicar, sobre si un acto corrupto es espiritual o no. Un acto corrupto de por sí implica un hecho que no se ajusta a lo moralmente establecido y a la vez a lo moralmente acorde a la circunstancia. Ese acto es condenable pero tiene otras explicaciones y entra en un campo de explicación diferente al que trato de referirme. La espiritualidad de la que hablo es la de una existencia ilimitada-indescriptible por cualquier persona.
En otras palabras, existen diferentes niveles en la realidad. Uno de ellos es el plano en donde yacen los minerales, pero “por encima” de esto se encuentran los micro-organismos, y así encima de estos se encuentran los organismos con mayor complejidad hasta formar, por ejemplo, un pequeño animal. Y eso, por “debajo” de ese plano mineral se encuentra el mundo atómico y subatómico. El ser humano se encuentra en sí mismo interrelacionado y cruzado por varios niveles. Todos estos planos de manifestación de la realidad no están divididos, sino que se entrecruzan y sus pasos de uno a otro estado son borrosas aún, pero constituye una columna que conecta con todo lo existente y lo que no podríamos describir. Así, el ser humano es mineral pero algo diferente que el mineral, es átomos pero algo diferente que el átomo, es animal pero algo diferente que el común de los animales, y “por algo diferente” se entiende que no es lo mismo sino que expresa cualidades diferentes. ¿Qué hay “por encima” de la constitución interconectada del ser humano? Está la sociedad, la moral, las costumbres, el lenguaje, etc. Todo ello no lo expresa una persona si se lo deja por sí solo, sino que se manifiesta en relación unos con los otros, conformándose una suerte de extensión del cerebro en donde éste puede desenvolverse y desarrollarse. De la misma manera, se tiene que lo indescriptible está “por encima” (y las comillas no son gratuitas, sino que expresan una impotencia por no poder describirlas mejor, de modo que no se ha de tomar la palabra entre comillas en sentido literal).
Ello que está por encima no constituye algo que simplemente esté ahí, sino que está, podría decirse en términos aproximativos, vivo. Vivo porque hay manifestación de seres que no se limitan a lo normalmente conocido por uno. Afirmar esto puede sonar, y de hecho suena, extravagante, pero es lo que por lógica uno puede deducir si se lleva el argumento de los planos múltiples de organización en la realidad. Un argumento fuerte contra esto es el que no hay pruebas que puedan repetirse en cualquier parte del mundo para corroborar ello, y es verdad, no se lo puede comprobar porque para eso algo se necesita estar a la altura de ese nivel de organización. Si se quiere probar una teoría sociológica se emplea la sociología, si se quiere comprobar las finanzas, se emplea la economía. Sin embargo, podría objetarse que para estudiar la psique se hace uso algunas veces de las neurociencias. Está bien ello, pero hay que tener en cuenta que la psique es algo ya bastante conocido y tratado, y además las neuronas también, aunque sea relativamente joven su campo de estudio. No hay que caer tampoco en un escepticismo patológico y cerrarse a todo cuanto no entre en el marco conceptual de uno, porque sucede que hay sucesos que se niegan solo por negar, como el caso de sucesos llamados paranormales (que bajo mi descripción serían normales, pero no comunes a la gente, por decirlo de algún modo).
De esa manifestación de la realidad que no se limita a lo que conocemos no podemos decir nada, y si lo decimos, no sería del todo exacto, por el simple hecho de que la exactitud ni siquiera se aplica en este caso, simplemente podría decirse que es algo que es. Esto suena bastante taoísta –y podría parecerse a otras ramas de la espiritualidad y filosofía- y soy consciente de ello, pero son los pensamientos a los que he llegado independientemente de la sabiduría del Tao. La espiritualidad de la que en este texto hablo es ello indescriptible y que uno puede sincronizarse aproximativamente de modo consciente a veces por casualidad, otras veces porque nació con predisposición para ello. Y de quienes lo hacen y se mantienen en ello, son contados y no todo el mundo puede. En potencia podrían pero es muy complejo ponerlo en la “práctica”. El que escribe no ha experimentado eso y no se considera un iluminado, sino simplemente alguien que comparte lo que piensa y siente es importante que todos sepan, más allá de ponerme en ridículo en mi campo profesional por escribir estas cosas, pero es mi libertad y hago uso de ella, respetando a los demás y sus otras opiniones, porque la humanidad gana más con la diversidad de pensamientos que imponiendo solo uno.
La espiritualidad revolucionada en relación con la muerte es la de un fin. Fin que no se traduce en fin y comienzo de algo con respecto a nuestra personalidad, sino de un fin definitivo de lo que somos. Una vez que morimos el ser que “nos ha tocado” vivir pasa a esa manifestación indescriptible, pero la personalidad que tenemos cesa. Algunas veces esos restos pueden quedar, fragmentos de personalidad que pueden verse como los conocidos fantasmas, de los cuales no tenemos que temer tanto. ¿Bajo qué argumentos afirmo esto? Lo hago pensando en la obviedad de la existencia de otra clase de seres rodeándonos y que se manifiestan con apariciones o de diversas maneras. No hay argumento racional o científico que pueda usar a favor de esto de modo que sea repetible bajo cualquier circunstancia y en cualquier parte del universo, pero tampoco es un dogma, ya que se basa en experiencias que bien podrían tildarse de alucinatorias o similares, no hay un motivo real o de hecho para negarlas sin más. Así, en esta espiritualidad o se puede pensar que hay un “más allá” como no, independiente de si exista o no, no hay motivo suficiente para dejar las cosas para otra vida, ya que la que se tiene es esta y en esta ha de hacerse lo posible con lo que se tiene.
¿Cuál es el objeto de este artículo? Ninguno más que mostrarle a la gente una espiritualidad diferente que es capaz de cuestionar y hacer a la persona pensar por sí misma. La idea de madurar espiritualmente y de ejercer una espiritualidad libre de dogmas y supersticiones. La espiritualidad ha de ser un modo de maduración psicológica y social, porque no estamos aislados, sino en relación con los otros, puesto que sin esos otros no seríamos los que somos, y los otros no serían los que son sin nosotros. La espiritualidad no tiene que depender de la creencia de algún dios, la idea de dios no implica inferioridad del propio ser, y solo suponiendo que tal entidad existiera, ello no significa aceptarla como creador, porque al ser nosotros multidimensionales como lo he descrito hace poco, no hay necesidad de creador. Y en caso de haber, no hay por qué rendirle tributo, uno es libre de expresar su espiritualidad sin dios o con dios (o con cualquier deidad que haya, llámese maestro ascendido o lo que fuere). Esta espiritualidad que les presento no tiene que ser tomada al pie de la letra como exigencia para aceptarla, tomen lo que quieran y aduéñense de ella, madúrenla y si quieren modificarla para que les vaya mejor en su situación en la que viven, pues mejor. Es el propósito de esta presentación solo mostrarles, nada más que mostrarles. La nueva espiritualidad está aquí para no solo cambiar un modo de pensamiento, está para quedarse con quien quiera asimilarla, total o parcialmente. Lo que cuenta es que la vida se sienta mejor en el transcurso que nos ha tocado vivir, que es limitado.
Esta espiritualidad reconoce las propias limitaciones pero no las rechaza. La espiritualidad misma es el reconocimiento de las limitaciones humanas. La vida que vivimos en este instante no es ilimitada, y no hay motivos para encadenarse en el pensamiento y en espíritu hacia algún dogma, y la espiritualidad no es la excepción. Una espiritualidad libre que no sea una lectura ligera de otras formas de vivir la espiritualidad, sino una vivencia con corazón, de las diferentes formas que puedan existir. Vivir con el corazón no significa lo emotivo nada más, sino que hay diversas formas de vivir con el corazón. Hay quienes lo hacen con la razón, otros con el arte, otros con la ingeniería. Vivir con el corazón es una frase literaria que significa vivir según lo que a uno le nace y le llena el corazón de fuego, es decir, de inspiración. Si bien es cierto hay cosas que uno hace y no le gusta pero las hace por necesidad, ello no significa dedicar un momento al menos pequeño para hacer aquello que a uno le nace. Y no todo tiene que ser así, no todo tiene que ser tan “profundo”, sino que en las cosas sencillas también se puede encontrar lo que a uno le nace, en las cosas que pueden llamarse rutinarias se puede encontrar lo que menos se espera. De ese reconocimiento de lo ilimitado surge un modo de vivir basado en la prudencia. Vivir de modo moderado según sea la circunstancia. Poco importa si uno se dedica solo a vestirse de modo opulento o en ropas humildes, lo que importa es el modo en cómo se vive. La nueva espiritualidad no depende de lo que uno porte, sino de lo que uno vivencie. Tampoco se trata de hacer de cada cosa algo de lo que uno ha de fijar su atención al máximo, ya que esto solo acarrea un gasto grande de energía. Simplemente hacer las cosas según nazcan, tomando en cuenta un término medio para evitar excederse.
Esta espiritualidad revolucionada no pretende dar respuestas a todo. No es un código estático por el cual se haga una religión o grupo sectario. Sin embargo, hay cosas básicas que se pueden responder en base a lo que se ha hablado sobre los niveles de organización en la existencia. Por ejemplo, ¿por qué existe pobreza en el mundo? No se ha de recurrir a explicaciones metafísicas, sino al simple hecho de que somos nosotros las personas los que hacemos que las catástrofes y desgracias humanas pasen. De los eventos naturales no hay nada que se pueda hacer, excepto de los que se generan por la mano del ser humano, e incluso ello a veces acarrea situaciones incontrolables debido a una pérdida de vista del estado medio. No hay dios ni divinidad que castigue al hombre más que el mismo fruto de sus actos. Los actos de diversas deidades no son excusa para tratar de dar un soporte psicológico a las desgracias del mundo. Las cosas del mundo se solucionan con herramientas del mundo.
En esta nueva espiritualidad poco importa si lo que ha generado algún suceso es producto de un ser que va más allá de las capacidades humanas. No es excusa para nada el que algo tenga un poder “sobrenatural” para creerle. Los milagros no son más que actos que no se limitan a nuestra percepción, pero que no representan argumento ni prueba alguna para rendirle tributo. En otras palabras, ni superpoderes ni imágenes fantásticas aparecidas en masa o de modo individual son prueba de nada más que manifestaciones de seres que no comprendemos del todo. Lo importante en la espiritualidad que les muestro está en el criterio interior que uno expresa al desenvolverse en donde uno se encuentre. Así como los fuegos artificiales deslumbran en la noche, muchos llamados milagros llaman la atención de la mayoría. Esto es sencillo de entender: es más fácil convencer a la gente usando técnicas que llamen su atención en vez de ofrecerles argumentos para procesar la información. La nueva espiritualidad no depende de eventos de esa índole para existir, porque existe gracias a uno mismo.
La espiritualidad que les muestro es la espiritualidad de hoy.
La espiritualidad que les vengo a presentar ahora es la espiritualidad de la libertad. Es la espiritualidad del que decide por sí mismo y no depende de otras entidades. Este modo de pensar y vivir cuestiona las creencias establecidas como dios, pero depende de uno si cree en una deidad tal o no, y si aún existiese, no habría por que darle tributo puesto que cada uno de nosotros somos seres en planos de manifestación múltiple. Se habla aquí de dios porque es la clase de entidad con la que se representa mayormente a lo que posee un poder absoluto de las cosas, pero bien podría hablarse de maestros ascendidos, ángeles, etc. En otras palabras, se trata de una espiritualidad que reconoce la existencia energética de las cosas, pero que no se somete a creencias de tipo dogmático o cae en la ignorancia de tomar todo por cierto. Y esto es así porque no todo lo que supone espiritual sea bueno, sino que hay cosas que no siempre le vienen bien a uno.
Este tipo de espiritualidad puede ser practicado por todo aquel que quiera reconocerse como sujeto libre en su psique. Si bien es cierto el sistema social no permite a la persona ejercer su libertad con pleno derecho por diferentes motivos, económicos o políticos, es verdad que si uno se siente con el poder de hacer dentro de sí un ser consciente, pensante, sintiente y libremente espiritual, podrá trascenderse, sin ir más allá de su propia existencia. La espiritualidad es una de las cosas a las que más se la ha atado con creencias, supersticiones y toda clase de dogmas. Pues esto ha de tener un fin, la presente tiene por motivo sacudirse de todos esos preconceptos y hacer nacer una espiritualidad que pueda llamarse espiritualidad en sentido propio y no mero lavado de cerebro o continuación del sistema de creencias anterior.
Para ser espiritual no se necesita afirmar o negar dogmáticamente siguiendo tal o cual pauta, lo diga un gurú o la corriente espiritual en turno. Podría pensarse que cómo es posible tener una espiritualidad de esta magnitud, ya que al final se caería en una contradicción puesto que hablar de espiritualidad implica ya cierto dogmatismo al referirse a lo espiritual. Esta pregunta puede responderse diciendo que no todo en la vida es materia, y que la división materia-espíritu pasa por una división desde la perspectiva mental, aunque ello no involucre un relativismo de lo que suelen escudarse algunas personas. Uno dice que lo material se diferencia de lo espiritual porque lo material puede tocarse. Sin embargo, uno no puede tocar emociones, y ello no significa que no existan. A lo más podría tocar la parte del cerebro que se encarga de las emociones, pero ello no hace que se “toque” en el sentido literal de la palabra. Alguien podría argüir que la respuesta no es satisfactoria porque se pasa por alto la definición de lo espiritual. Lo espiritual en los términos al que me refiero es más que un mero concepto, y más se aproxima a un hecho que no puede si no es por mera aproximación, y así, de aproximación en aproximación quizá tener la esperanza de dar con algo más oportuno. Lo espiritual, en este sentido, es todo, y la diferencia entre lo espiritual y lo que no es espiritual no tiene ningún significado en el sentido del que tomará la espiritualidad aquí. ¿Entonces, será un acto corrupto algo espiritual? Un acto corrupto es un acto corrupto, pero para entender mejor este punto será necesario argumentar lo siguiente.
Todo lo existente no puede entrar en la cabeza de nadie. Por ese motivo no hay nadie que pueda entender todo lo que pasa en el universo o los universos que puedan existir. La humanidad es muy limitada y ello que es ilimitado es indescriptible. Ante eso que es ilimitado solo nos puede quedar la admiración, o en su contrario un nihilismo, o por último una “experiencia” que normalmente se le conoce como iluminación –aunque en último término lo que queda depende de lo que uno sienta en ese instante-. Esta iluminación no hace santo a nadie, sino solo es la “vivencia” de aquello que está “más allá”. A partir de aquí me veo en la situación de usar varias comillas ya que no hay palabras para poder describirlo. Pero siguiendo con lo dicho, no hay garantía alguna por la que alguien que haya “vislumbrado” aquello pueda guiar a otros a que lo vean también, de hecho es imposible puesto que todo lo que uno pueda decir termina en un círculo dado que pertenece a este mundo conocido. Es bastante familiar que figuras de mucha importancia en ciertas religiones han marcado un antes y un después, pero ello no ha sido suficiente como para que la humanidad en su totalidad mejore. Todo lo contrario, muchas de las masacres y etnocidios se han ejercido en nombre de Jesús, Mahona, etc., solo por citar algunos nombres. Y no viene al caso decir que es el hombre quien lo ha hecho, o que es la religión o la política, ya que lo que importa al fin de al cabo es el resultado de lo que a partir de esos hombres o mujeres ha surgido. Pero volviendo al punto que se intenta explicar, sobre si un acto corrupto es espiritual o no. Un acto corrupto de por sí implica un hecho que no se ajusta a lo moralmente establecido y a la vez a lo moralmente acorde a la circunstancia. Ese acto es condenable pero tiene otras explicaciones y entra en un campo de explicación diferente al que trato de referirme. La espiritualidad de la que hablo es la de una existencia ilimitada-indescriptible por cualquier persona.
En otras palabras, existen diferentes niveles en la realidad. Uno de ellos es el plano en donde yacen los minerales, pero “por encima” de esto se encuentran los micro-organismos, y así encima de estos se encuentran los organismos con mayor complejidad hasta formar, por ejemplo, un pequeño animal. Y eso, por “debajo” de ese plano mineral se encuentra el mundo atómico y subatómico. El ser humano se encuentra en sí mismo interrelacionado y cruzado por varios niveles. Todos estos planos de manifestación de la realidad no están divididos, sino que se entrecruzan y sus pasos de uno a otro estado son borrosas aún, pero constituye una columna que conecta con todo lo existente y lo que no podríamos describir. Así, el ser humano es mineral pero algo diferente que el mineral, es átomos pero algo diferente que el átomo, es animal pero algo diferente que el común de los animales, y “por algo diferente” se entiende que no es lo mismo sino que expresa cualidades diferentes. ¿Qué hay “por encima” de la constitución interconectada del ser humano? Está la sociedad, la moral, las costumbres, el lenguaje, etc. Todo ello no lo expresa una persona si se lo deja por sí solo, sino que se manifiesta en relación unos con los otros, conformándose una suerte de extensión del cerebro en donde éste puede desenvolverse y desarrollarse. De la misma manera, se tiene que lo indescriptible está “por encima” (y las comillas no son gratuitas, sino que expresan una impotencia por no poder describirlas mejor, de modo que no se ha de tomar la palabra entre comillas en sentido literal).
Ello que está por encima no constituye algo que simplemente esté ahí, sino que está, podría decirse en términos aproximativos, vivo. Vivo porque hay manifestación de seres que no se limitan a lo normalmente conocido por uno. Afirmar esto puede sonar, y de hecho suena, extravagante, pero es lo que por lógica uno puede deducir si se lleva el argumento de los planos múltiples de organización en la realidad. Un argumento fuerte contra esto es el que no hay pruebas que puedan repetirse en cualquier parte del mundo para corroborar ello, y es verdad, no se lo puede comprobar porque para eso algo se necesita estar a la altura de ese nivel de organización. Si se quiere probar una teoría sociológica se emplea la sociología, si se quiere comprobar las finanzas, se emplea la economía. Sin embargo, podría objetarse que para estudiar la psique se hace uso algunas veces de las neurociencias. Está bien ello, pero hay que tener en cuenta que la psique es algo ya bastante conocido y tratado, y además las neuronas también, aunque sea relativamente joven su campo de estudio. No hay que caer tampoco en un escepticismo patológico y cerrarse a todo cuanto no entre en el marco conceptual de uno, porque sucede que hay sucesos que se niegan solo por negar, como el caso de sucesos llamados paranormales (que bajo mi descripción serían normales, pero no comunes a la gente, por decirlo de algún modo).
De esa manifestación de la realidad que no se limita a lo que conocemos no podemos decir nada, y si lo decimos, no sería del todo exacto, por el simple hecho de que la exactitud ni siquiera se aplica en este caso, simplemente podría decirse que es algo que es. Esto suena bastante taoísta –y podría parecerse a otras ramas de la espiritualidad y filosofía- y soy consciente de ello, pero son los pensamientos a los que he llegado independientemente de la sabiduría del Tao. La espiritualidad de la que en este texto hablo es ello indescriptible y que uno puede sincronizarse aproximativamente de modo consciente a veces por casualidad, otras veces porque nació con predisposición para ello. Y de quienes lo hacen y se mantienen en ello, son contados y no todo el mundo puede. En potencia podrían pero es muy complejo ponerlo en la “práctica”. El que escribe no ha experimentado eso y no se considera un iluminado, sino simplemente alguien que comparte lo que piensa y siente es importante que todos sepan, más allá de ponerme en ridículo en mi campo profesional por escribir estas cosas, pero es mi libertad y hago uso de ella, respetando a los demás y sus otras opiniones, porque la humanidad gana más con la diversidad de pensamientos que imponiendo solo uno.
La espiritualidad revolucionada en relación con la muerte es la de un fin. Fin que no se traduce en fin y comienzo de algo con respecto a nuestra personalidad, sino de un fin definitivo de lo que somos. Una vez que morimos el ser que “nos ha tocado” vivir pasa a esa manifestación indescriptible, pero la personalidad que tenemos cesa. Algunas veces esos restos pueden quedar, fragmentos de personalidad que pueden verse como los conocidos fantasmas, de los cuales no tenemos que temer tanto. ¿Bajo qué argumentos afirmo esto? Lo hago pensando en la obviedad de la existencia de otra clase de seres rodeándonos y que se manifiestan con apariciones o de diversas maneras. No hay argumento racional o científico que pueda usar a favor de esto de modo que sea repetible bajo cualquier circunstancia y en cualquier parte del universo, pero tampoco es un dogma, ya que se basa en experiencias que bien podrían tildarse de alucinatorias o similares, no hay un motivo real o de hecho para negarlas sin más. Así, en esta espiritualidad o se puede pensar que hay un “más allá” como no, independiente de si exista o no, no hay motivo suficiente para dejar las cosas para otra vida, ya que la que se tiene es esta y en esta ha de hacerse lo posible con lo que se tiene.
Y al hablar de la ciencia, la nueva espiritualidad reconoce que lo descubierto en ello es importante para el conocimiento humano, pero que ello no significa afirmar que la ciencia está demostrando algo relativo a lo espiritual. Los resultados de las investigaciones científicas pueden servir como referentes en la vida de uno, pero tomarlas como principios de vida sería muy apresurado. La ciencia tiene una inmensa variedad de ramas y no se puede hablar solamente de “la ciencia”, sino hay que especificar si uno habla de la Física, la Biología, u otra especialización. Y de todas ellas, elegir solo a una porque se supone “más cierta” es totalmente desafortunado. Y además de esto, resulta que con los avances que se hacen, lo que hoy estaba de moda en teorías científicas mañana puede no serlo, pero ello no implique que sea falso. Pero, ¿tiene algún sentido preferir la teoría de la física clásica como argumento espiritual que preferir la teoría de la física moderna? Además, las diferentes ramas de la ciencia normalmente hablan en términos del mundo cuya organización aún no expresa lo que en esta espiritualidad trato de referirme, y de lo que vengo explicando con los diversos modos de organización que hay en la realidad. Por ejemplo, no se puede entender los problemas psicológicos de alguien diciendo cuántas neuronas tiene, a lo más se puede llegar a una comprensión física y de ahí ciertas influencias, pero comprender el problema en la psique en términos de persona, eso no es posible usando solo la neurociencia.
¿Cuál es el objeto de este artículo? Ninguno más que mostrarle a la gente una espiritualidad diferente que es capaz de cuestionar y hacer a la persona pensar por sí misma. La idea de madurar espiritualmente y de ejercer una espiritualidad libre de dogmas y supersticiones. La espiritualidad ha de ser un modo de maduración psicológica y social, porque no estamos aislados, sino en relación con los otros, puesto que sin esos otros no seríamos los que somos, y los otros no serían los que son sin nosotros. La espiritualidad no tiene que depender de la creencia de algún dios, la idea de dios no implica inferioridad del propio ser, y solo suponiendo que tal entidad existiera, ello no significa aceptarla como creador, porque al ser nosotros multidimensionales como lo he descrito hace poco, no hay necesidad de creador. Y en caso de haber, no hay por qué rendirle tributo, uno es libre de expresar su espiritualidad sin dios o con dios (o con cualquier deidad que haya, llámese maestro ascendido o lo que fuere). Esta espiritualidad que les presento no tiene que ser tomada al pie de la letra como exigencia para aceptarla, tomen lo que quieran y aduéñense de ella, madúrenla y si quieren modificarla para que les vaya mejor en su situación en la que viven, pues mejor. Es el propósito de esta presentación solo mostrarles, nada más que mostrarles. La nueva espiritualidad está aquí para no solo cambiar un modo de pensamiento, está para quedarse con quien quiera asimilarla, total o parcialmente. Lo que cuenta es que la vida se sienta mejor en el transcurso que nos ha tocado vivir, que es limitado.
Esta espiritualidad reconoce las propias limitaciones pero no las rechaza. La espiritualidad misma es el reconocimiento de las limitaciones humanas. La vida que vivimos en este instante no es ilimitada, y no hay motivos para encadenarse en el pensamiento y en espíritu hacia algún dogma, y la espiritualidad no es la excepción. Una espiritualidad libre que no sea una lectura ligera de otras formas de vivir la espiritualidad, sino una vivencia con corazón, de las diferentes formas que puedan existir. Vivir con el corazón no significa lo emotivo nada más, sino que hay diversas formas de vivir con el corazón. Hay quienes lo hacen con la razón, otros con el arte, otros con la ingeniería. Vivir con el corazón es una frase literaria que significa vivir según lo que a uno le nace y le llena el corazón de fuego, es decir, de inspiración. Si bien es cierto hay cosas que uno hace y no le gusta pero las hace por necesidad, ello no significa dedicar un momento al menos pequeño para hacer aquello que a uno le nace. Y no todo tiene que ser así, no todo tiene que ser tan “profundo”, sino que en las cosas sencillas también se puede encontrar lo que a uno le nace, en las cosas que pueden llamarse rutinarias se puede encontrar lo que menos se espera. De ese reconocimiento de lo ilimitado surge un modo de vivir basado en la prudencia. Vivir de modo moderado según sea la circunstancia. Poco importa si uno se dedica solo a vestirse de modo opulento o en ropas humildes, lo que importa es el modo en cómo se vive. La nueva espiritualidad no depende de lo que uno porte, sino de lo que uno vivencie. Tampoco se trata de hacer de cada cosa algo de lo que uno ha de fijar su atención al máximo, ya que esto solo acarrea un gasto grande de energía. Simplemente hacer las cosas según nazcan, tomando en cuenta un término medio para evitar excederse.
Esta espiritualidad revolucionada no pretende dar respuestas a todo. No es un código estático por el cual se haga una religión o grupo sectario. Sin embargo, hay cosas básicas que se pueden responder en base a lo que se ha hablado sobre los niveles de organización en la existencia. Por ejemplo, ¿por qué existe pobreza en el mundo? No se ha de recurrir a explicaciones metafísicas, sino al simple hecho de que somos nosotros las personas los que hacemos que las catástrofes y desgracias humanas pasen. De los eventos naturales no hay nada que se pueda hacer, excepto de los que se generan por la mano del ser humano, e incluso ello a veces acarrea situaciones incontrolables debido a una pérdida de vista del estado medio. No hay dios ni divinidad que castigue al hombre más que el mismo fruto de sus actos. Los actos de diversas deidades no son excusa para tratar de dar un soporte psicológico a las desgracias del mundo. Las cosas del mundo se solucionan con herramientas del mundo.
En esta nueva espiritualidad poco importa si lo que ha generado algún suceso es producto de un ser que va más allá de las capacidades humanas. No es excusa para nada el que algo tenga un poder “sobrenatural” para creerle. Los milagros no son más que actos que no se limitan a nuestra percepción, pero que no representan argumento ni prueba alguna para rendirle tributo. En otras palabras, ni superpoderes ni imágenes fantásticas aparecidas en masa o de modo individual son prueba de nada más que manifestaciones de seres que no comprendemos del todo. Lo importante en la espiritualidad que les muestro está en el criterio interior que uno expresa al desenvolverse en donde uno se encuentre. Así como los fuegos artificiales deslumbran en la noche, muchos llamados milagros llaman la atención de la mayoría. Esto es sencillo de entender: es más fácil convencer a la gente usando técnicas que llamen su atención en vez de ofrecerles argumentos para procesar la información. La nueva espiritualidad no depende de eventos de esa índole para existir, porque existe gracias a uno mismo.
La espiritualidad que les muestro es la espiritualidad de hoy.
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