sábado, 25 de julio de 2009

Consciencia

Consciencia


Por Krisaltis (Octavio Chon)

Es el propósito –recordando a Sócrates- cumplido de modo adecuado, lo que implica la virtud y ésta, a su vez, la felicidad. Es cierto que si cada quien cumple sus funciones de modo adecuado se incrementará la optimización de la labor. Cuando no es así, el conflicto ha de ser inevitable, a no ser que se atisbe algún cese de éste. Así pues, el objetivo de este artículo es relacionar cómo las funciones, el olvido del verdadero Ser y la manipulación producto de éste se manifiesta en la actualidad. Además, se podrá apreciar que en algunas ocasiones algunas fuentes no serán necesariamente académicas. El motivo por el cual se hace así es porque de todos modos se puede aprender de otros ámbitos y así retrogrogresar –cogiendo lo pasado pero con las lecciones del presente- mejor en la investigación. En otras palabras, diversidad de consideraciones y su respectivo diálogo.

En el presente cada persona cree cumplir de modo adecuado sus funciones. Hasta cierto nivel es cierto. Uno puede ejercer como profesional, ser padre de familia, joven universitario, etc. Sin embargo, la situación no se limita a lo que cada quien haga dentro del sistema en el que se encuentre. Existen niveles, y uno de ellos es el que se acaba de mencionar. Sin embargo, existe ese otro nivel el cual influye en todos los ámbitos de la condición humana y que también involucra al planeta en cuanto nuestras acciones la beneficien o no. Me refiero, pues, a lo que somos, aún cuando lo hayamos olvidado. Teniendo en cuenta que la persona de por sí se encuentra bajo capa tras capa, que se considera como personalidad, la cual suele servir como escudo o defensa emotiva personal. A través de los años se la ha alimentado mediante diversos condicionamientos, desde el colegio, la familia y hasta el Estado mismo. Una vez Krishnamurti mencionó: “(…) El conocimiento en cierto nivel es esencial, pero los conocimientos psicológico con respecto a uno mismo, a sus experiencias, etc., se convierten en una rutina. Las imágenes que tengo de mí mismo también llegan a ser, obviamente, una rutina, y todo eso contribuye a que el cerebro se contraiga (…)[1]” ¿Y en qué momento ha empezado todo esto? Quizá las palabras del chamán Don Juan Matus puedan servirnos de guía: “Los hechiceros del antiguo México (…) Descubrieron que todos tenemos un compañero de por vida... Tenemos un depredador que vino de las profundidades del cosmos para tomar control de nuestras vidas. Los seres humanos son sus prisioneros. El depredador es nuestro amo y señor. Nos ha convertido en seres dóciles y desvalidos. Si queremos protestar, suprime nuestra protesta. Si queremos actuar independientemente, exige que no lo hagamos.”[2] Para el que considera la existencia de estas entidades, el manipuleo comienza desde lo energético, infiltrándose en la persona si ésta no es orientada de modo adecuado, chupándole la energía. Por otro lado, si no se considera la existencia de estos seres, el depredador puede representar a los condicionamientos que desde niño uno va asimilando y poco a poco “solidificando”. El hecho es el mismo, sea mediante lo espiritual o lo psicológico, o los dos a la vez, la suerte de freno mental que cada quien manifiesta que impide despertar. ¿Y qué es lo que ve si cesan esos patrones no-saludables; además, por qué no se consideran saludables? Dadas las limitaciones de las palabras para expresar ciertas vivencias, lo más sugerible y sensato, dado que uno no se valdría de creencias, sería vivenciarlo por uno mismo. En este artículo se pretende plasmar lo que dentro de las posibilidades se dan. Ahora, en cuanto al patrón no-saludable, ¿por qué no es saludable? Por el hecho de que considerando la limitación y de que ésta es una forma de ilusión en cuanto se da desde la perspectiva del olvido, desembocará en meras apariencias y no en una comprensión de los hechos. En otras palabras, ¿qué sucede si uno, ante lo ilimitado, se limita?, ¿no sucede, acaso, que hay cierto forcejeo de lo real?, ¿y si se insiste en creer que lo limitado es lo real, dado que uno se ha acostumbrado tanto a ello, acaso no se da un conflicto desembocando en mayor frustración? ¿En cuanto al yo, creyéndose autónomo, no sentirá que su supuesta autonomía cesará, temiendo, no a la muerte en sí, porque no la conoce, sino al cese de todo lo que cree estable?, ¿no es acaso éste un sentimiento común en las personas? Ya el escritor Ken Wilber lo mencionó: “Esta “pérdida” de la conciencia de unidad nos arroja a un mundo de demarcaciones, espacio, tiempo, sufrimiento y mortalidad. Sin embargo, mientras atravesamos este mundo de demarcaciones y batallas, tenemos básicamente una sola motivación: el deseo de recobrar la conciencia de unidad, de descubrir una vez más el territorio de lo ilimitado. Todos nuestros deseos, necesidades, anhelos e intenciones son, en última instancia, “gratificaciones sustitutivas” de la conciencia de unidad; pero sólo nos satisfacen a medias y, por consiguiente, a medias nos frustran.”[3]

Para aquellos que consideran la existencia de las entidades más arriba mencionadas, el caso sería que éstas manipulan a las personas a partir de los gustos-disgustos producto de lo limitado, considerado como lo único existente y por tanto, solo en éste aspecto, ilusorio. Evítese malinterpretar, pues, que ilusorio se refiere que todo es ilusión. Más bien, se sugiere considerar a lo ilusorio como el estado del olvido. Lo limitado no implica ser ilusión sin más. Es un hecho que se siente frustración y sufrimiento en el estado de olvido, pero su fuente es lo limitado creído como lo único. Así, entonces, estas entidades harían algo así como el doctor en Filosofía y Caballero de las ciencias y las artes Darío Salas indicaría “El sapiens, en su lucha inclemente por la existencia, y en sus múltiples relaciones con el medio natural y social que lo circunda, experimenta inevitablemente toda suerte de tributaciones, sufrimientos, decepciones, y experiencias diversas, tanto gratas como ingratas. Como consecuencia de esto, su aparato emocional y nervioso elabora ciertos elementos incorpóreos, pero de una extraordinaria potencia, los cuales “abandonan” el cuerpo humano en forma de vibraciones (todo vibra, la materia es sólo energía vibratoria) que son emitidas por antenas incorporadas en la unidad biológica, las cuales se encuentran orientadas o sintonizadas con la frecuentas de los Arcontes, quienes así “cosechan” esta fuerza y las utilizan con fines que no divulgaremos, volviendo a advertir, que de todos modos, cumplen una función cósmica”[4] Existan o no estas entidades, el hecho es el mismo, mantenerse centrados para evitar dispersar de modo innecesario las energías de cada quien; esto es, estar centrados, sensatos y lúcidos en cada cosa que se haga. Por supuesto, no se trata de forzarse a sí mismo, sino de que a partir de la comprensión de sí mismo –cuyo factor inevitable conllevará a la comprensión de lo que Es, ya que lo ilusorio puede cesar- se dé de espontáneo, y en ello hay fuerza. “Un hombre que ha despertado de un sueño jamás conserva la idea del “yo” o “mío” en relación con el cuerpo que tenía durante su sueño y los objetos que le fueron ofrecidos en él, sino que por el contrario, vive muy despierto y consciente de su propio Ser como algo diferente”.[5] Sin embargo, con lo mismo que se alimenta al estado del olvido se pretende ser consciente de lo que Es. Se trata de un círculo vicioso. Al respecto el ingeniero, filósofo y escritor Salvador Pániker comparte: “(…) Ocurre que una vez accedido a las seguridades del lenguaje conceptual tendemos a instalarnos en él. Olvidamos voluntariamente que el concepto, la ciencia, el ego, la limitación, no son sino aspectos de una fase provisional del desarrollo del ser. Y lo olvidamos porque, como ya he dicho repetidamente, lo místico es “insoportable”. Es insoportable en tanto que transpersonal (atenta contra la seguridad –falsa seguridad- del ego) y en tanto que infinito (ya que lo infinito, para nosotros, es el caos). El exceso de luz –de lucidez- no se soporta: la despersonalización y la locura amenazan siempre al aspirante místico”[6]. “Sucede entonces que con el mismo lenguaje que genera la ansiedad intenta el hombre construir remedios a esa ansiedad”[7]. Así pues, se retorna a lo que se ha mencionado más arriba: no se trata de meras descripciones, sino también de vivencia. De este modo, para terminar, alguien una vez dijo “(…) Vivimos una vida de gran sufrimiento desde el instante en que nacemos hasta que morimos. Ese es un hecho. Y ninguna teoría especulativa sobre ese hecho podrá afectarlo. Lo que realmente afecta “lo que es” es la capacidad, la energía, la intensidad, la pasión con la que miramos el hecho. Y no podemos tener pasión e intensidad, si la mente está persiguiendo alguna ilusión, alguna ideología especulativa”[8]. Y sucede que en la actualidad hasta existen personas que se asemejan más a zombis, que no tienen idea de lo que hacen en esta vida física, así como tampoco sienten energía al hacer las cosas.



[1] “Más allá del tiempo”, J. Krishnamurti y David Bohm. Traducción del inglés por Armando Clavier. Ed. Kier.

[2] “El lado activo del infinito” por Carlos Castaneda, 1998, pág. 213-220. Fondo de cultura económica.

[3] “La conciencia sin fronteras”, Ken Wilber, 1989, 3ra edición, pág. 198. Ed. Kairós

[4] “Los brujos hablan”, John Baines. Xistral editores. Téngase en cuenta que John Baines es su pseudónimo mas no su nombre real.

[5] “La joya del discernimiento (Viveka Chudamani)”, Sankara. Fragmento 455.

[6] “Filosofía y mística”, Salvador Pániker, pág. 121. Ed. Anagrama

[7] “Filosofía y mística”, Salvador Pániker, pág. 176. Ed. Anagrama

[8] “Más allá de la violencia”, J. Krishnamurti. Ed. Edhasa.

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