martes, 28 de julio de 2009

Wakan Tanka


Wakan Tanka


El Gran Espíritu. Permanente y Estable.


Podría parecer que las Viejas Costumbres ya no pudieran aportar medios de supervivencia espiritual en el mundo blanco viciosamente desarmónico. Se podría creer que las Viejas Costumbres son una débil defensa contra el ataque de las prácticas extranjeras al «mundo natural». La mayor parte de nosotros considera el asalto cultural y espiritual de los blancos como una fuerza diluyente o debilitante. Creemos que es necesario proteger las Costumbres más que dejarlas que nos protejan.

Es verdad que las Viejas Costumbres nos han sido legadas para una época que nuestros ancestros no hubieran podido imaginar. Así, cuando se las integra completamente, cuando uno se remite totalmente a ellas, las Viejas Costumbres nos vuelven invulnerables. Gracias a ellas, nosotros haremos más que sobrevivir en el mundo blanco, lo comprenderemos más de los que lo hacen los blancos. Nosotros no debemos solamente buscar la aplicación de las Viejas Costumbres al «mundo moderno» sino también comprenderlo en su contexto.

Nosotros nos abrimos como el aire, y el mundo pasa a través nuestro como el viento. El mundo forma parte de nosotros como el viento forma parte del aire. No tenemos fronteras, somos lo que experimentamos, sabemos, sentimos, y esto entra en interacción con todo, haciéndonos pertenecer a la tierra entera. No buscamos determinar nuestra forma, sino que podemos dejarla moldearse a través del ritmo particular de la conciencia tribal que crea nuestra percepción, que nos crea a nosotros mismos.

Nuestros cuerpos crecen, y no se despliegan por el efecto de una elección y de una decisión, no más de lo que lo harían nuestros espíritus.

En condiciones convulsionadas nacen automáticamente actos desarmónicos y destructivos. A través de las Viejas Costumbres, nosotros estamos en armonía con todas las circunstancias. El desenvolvimiento correcto y armonioso de una acción puede siempre aparecer en nosotros mientras estemos en contacto con nuestra interioridad. Toda existencia nos impregna, por lo tanto, conocemos la dimensión sagrada de todo ser. Es un conocimiento que no puede ser enunciado distintamente, él nos es inherente. Es algo sagrado que no puede ser analizado ni definido, absoluto en sí mismo, sin significación más allá de sí mismo.

Todo está situado en el centro del universo. Tú eres el centro, el punto de mira, de convergencia de la Tierra que fluye en tí, física y espiritualmente: el aire, el agua, los seres vivientes que te nutren, que se funden en tu existencia. Todo es definido en relación contigo.

La luna es ella misma en su propio centro, tanto como el pino, la roca, la brisa, el trueno. Ellos no son el uno o el otro, ni siquiera un otro de la misma especie. Cada pino particular tiene su propia disposición única y sagrada de agujillas, de ramas, de corteza. El sol, el agua, el suelo, el viento crean la forma de los pinos. Pero la forma de cada pino no es definida ni por su similaridad ni por su diferencia con los otros pinos: ella es absoluta, no es una cosa, es un proceso, como nosotros.

El Gran Espíritu no está en nosotros ni fuera de nosotros. Las Viejas Costumbres no son ni impuestas desde el exterior, ni creadas desde el interior, sino que son un ritmo tribal particular que nos guarda en la corriente de la Vida.

Como el aire que se desplaza con el viento, aquel que sigue las Viejas Costumbres recibe un gran poder que él no contiene o no puede crear.

Los Americanos no originarios de este continente - ya que la mayor parte son tan desequilibrados espiritualmente - son contrarios a actuar según las leyes del Gran Espíritu. Aunque, para asfaltar a nuestra Madre o para construir sus inmuebles, ellos deben adherirse a «las leyes de la naturaleza» de una cierta manera. Si no lo hacen, sus inmuebles seguirán esas «leyes» desplomándose.

Nadie puede apartarse del Gran Espíritu, y si se actúa sin reverencia y sin conciencia, se llega a ser un desecho espiritual (y tal vez físico) a causa del desequilibrio creado. Es como desviarse al caminar al borde de un alto acantilado, no se viola la Naturaleza, pero eso puede conducir a la muerte.

La mayor parte de los Americanos no originarios de este continente están aprisionados en procesos que ellos no comprenden, a los cuales no pueden adaptarse, y que los destruyen espiritual y físicamente. Ellos rehusan comprender que no es más que una ilusión el ensayar de controlar la Máquina que los contiene totalmente. Y, como miembros de nuestra especie, sirven para advertirnos de lo que nosotros podríamos llegar a ser.

Toda nuestra existencia está hecha de reverencia. Nuestros rituales renuevan la armonía sagrada que somos nosotros. Cada uno de nuestros actos - comer, dormir, respirar, amar - es una ceremonia que recuerda nuestra dependencia en relación a la Madre Tierra y nuestro parentezco con todos sus hijos. Los cristianos separan lo espiritual de lo físico, ponen su religión en un compartimento y juzgan al mundo físico como maligno, malvado y como la preparación vulgar de un mundo por venir.

Al contrario, nosotros reconocemos lo espiritual y lo físico como siendo uno. Lejos de las dicotomías occidentales entre Dios y la humanidad, Dios y la naturaleza, la naturaleza y la humanidad, nosotros estamos próximos, por la intimidad y el calor del corazón, a la Madre Tierra y al Gran Espíritu. A diferencia del dogma cristiano que establece que el hombre es malo por naturaleza y que a la vez ha sido promovido como amo por derecho divino sobre la Tierra, nosotros sabemos que, por pertenecer a nuestra Madre sagrada, la Tierra, nosotros somos igualmente sagrados.

Conformarse a las Viejas Costumbres significa vivir con el sentido de lo sagrado, sostenerse y marchar derecho, respetar a nuestros hermanos y hermanas de diferentes naciones y especies. Es abrirnos como el aire, como el cielo, a fin de conocer las montañas, las aguas, el viento, las luminarias del cielo, las plantas y los animales de cuatro patas, de seis patas, sin patas, y los seres alados. Es respetar las maneras sagradas cuando uno tiene que matar, cuando se debe evitar el sufrimiento, cuando se conoce el amor, el pesar, la cólera y la alegría, cuando es preciso morir.

Todo lo que nos es dado por el Gran Espíritu es sagrado: la vida, la muerte, el deseo de evitar la muerte y el deseo de recibirla, la pena, el hambre, la cólera, el crecimiento. Para vivir en armonía con la Tierra y con toda vida, no se recurre a los juicios de valor de los occidentales, que aislan lo etiquetado como «bueno»: la vida, el amor, lo que es agradable; evitando lo «malo» o la dificultad: la oscuridad, la cólera, la incomodidad, el sufrimiento o la muerte. Estar en armonía con la muerte de un ser querido, por ejemplo, es conocer el sufrimiento - no suprimirlo, negarlo o escapar de él - sino fluir con él, crecer con él, sumergirse en él y celebrarlo.

Los modos de vida de cada nación permiten la expresión de lo «negativo» de manera que cada uno pueda constantemente mantener su equilibrio y su armonía. « i Es un buen día para morir ! » grita el Dakota en una batalla. Para morir a la altura de la vida, para transcender los conflictos, para ofrecerse en una suerte de autoinmolación ritual, para unir la vida y la muerte en una pureza exquisita. Igual que la extrema violencia de sí mismo en la Danza del Sol representa una liberación y una revelación, el éxtasis está en el encuentro explosivo de la vida y de la muerte, del dolor y del placer.

La muerte forma parte de la vida, y toda vida es nacida de la muerte. Matamos y morimos con la conciencia y el respeto de lo sagrado. Cuando debemos matar animales y plantas, lo hacemos con reverencia, respeto, gratitud y amor, y con la conciencia de que nosotros les pagaremos con nuestros propios cuerpos. Nuestros cuerpos no son nuestros sino de la Madre Tierra. Ella nos permite vivir gracias a otros de sus hijos. Ella está en nosotros cuando absorbemos sus cuerpos y cuando nos damos a nuestro turno a ellos . Después de nuestra muerte, nuestros cuerpos retornan a nuestra Madre y a sus hijos que nos han prestado la vida, y nuestros espíritus se funden en la corriente de conciencia-energía, como una ola que refluye hacia la orilla. Todos los seres vivientes se pertenecen mutuamente, pues no estamos separados, somos dinamismos o las etapas de un proceso. No hay muerte, sólo una transformación.

Hay una gran diferencia entre las concepciones occidentales y las concepciones indias del tiempo. La percepción occidental es de un tiempo lineal y progresivo: ellos se desplazan a lo largo de una línea, con el pasado detrás y el futuro delante, y esperan avanzar, progresar: « Tienes seis años, deja de portarte como si fueras un niño de dos años». «Nos ha costado un millón de años salir del fango y ahora hemos triunfado en ir a la luna». Cada momento es considerado como una etapa en relación a otras. Cada momento es superior a los momentos precedentes, pero no tan agradable como el que lo seguirá.

Esta progresión del tiempo empuja a la mayor parte de los no-Americanos a renegar del Gran Espíritu, no progresista, y de la Madre Tierra. Esto origina el comportamiento tiránico y pretendidamente racional de los adultos en relación a sus niños - a menudo ellos nos llaman «niños» como eufemismo por «salvajes» - la manera ciega y frenética con la que tienen el hábito de perseguir a las especies «inferiores» y su tentativa de destruir los pueblos tribales.

La palabra «primitivo» derivada de la misma raíz que «primero» significa un estado anterior por oposición al estado «avanzado», desarrollado. Así un pueblo tribal es juzgado en función de lo que los occidentales creen que deberían finalmente llegar a ser. «Pero esta evolución tiene necesidad de que se la ayude», suspiran ellos, brincando de impaciencia frente a la lentitud con la que estos seres retrasados aceptan el necesario Progreso.

A pesar de la existencia de estructuras sociales y económicas «primitivas», el occidente define «primitivo» y «desarrollado» en términos de tecnología. Y la utilización intercambiable de los términos «primitivo» y «tribal» crea la afirmación implícita que si la tecnología llega a ser más compleja, las formas tribales desaparecerán. Como el occidente se ha servido de estas premisas para justificar la explotación colonial y el imperialismo cultural, esta afirmación ha llegado a ser una profecía verificada.

Nuestra percepción del tiempo es, por el contrario, esférica, no hay ni pasado ni futuro, pues ellos hacen uno con el presente, cada momento de tiempo es propio a sí mismo, es la única interacción de eventos infinitos desde el comienzo del tiempo y tiene consecuencias infinitas. Tal como cada punto del espacio es el centro del universo, cada momento es el centro del tiempo, el único y precioso instante para el cual la Tierra se ha preparado desde su origen.

Nada progresa, ni avanza, ni mejora. Todo está en todo lo que ha sido y lo que será. Un árbol de tres pies de alto no es superior ni inferior a uno que mida treinta pies. Nada es jamás ni superior ni inferior a lo que fue o será. Si los europeos hubieran llegado centenas de siglos después, habrían encontrado entre nosotros una tecnología más compleja, pero no habríamos sido superiores a lo que ahora somos.

La tecnología es una forma muy superficial de crecimiento. Un pueblo tribal, para el cual la espiritualidad prima sobre todo, experimenta cada cosa nueva o antigua en función de su armonía espiritual y social. Es a su propio paso que este pueblo la asimilará o la rechazará de acuerdo con su ritmo espiritual.

Todo esto no es nuestras culturas. Es la base a partir de la cual se desarrollan nuestras culturas. Nosotros no creamos nuestras naciones, y tampoco ellas nos llegan del exterior. Ellas son modeladas a partir de la forma cruda de nuestro éxtasis, es decir, ellas vienen del Gran Espíritu.

Estar conscientes de la existencia es terrorífico y sagrado. Nuestra conciencia reflexiona sobre ella misma: las palabras nos son dadas. El verbo debe ser tratado con respeto, si no, su poder llega a ser incontrolado y puede obrar para el mal. Mentir era impensable según las Viejas Costumbres, pues hacer abuso de la palabra, es poner en peligro a la nación. Aquellos que no tienen respeto por la palabra crean mundos que los encierran y donde viven permanentemente. Esta es la manera como la mayor parte de los no-Americanos de origen se autoconvencen que su especie es el ombligo y la finalidad del mundo, y que todo el resto es subordinado e insignificante.

La palabra no contiene la vida de lo que refleja; es como el vidrio que concentra el rayo de luz. Yo oriento el vidrio hacia cualquier cosa y contemplo a través para ver lo que yo designo. Pero el alcance de la palabra es limitado, y es por eso que el canto nos ha sido dado. El nace como una ola que fluye en nosotros, individual o colectivamente, en un precioso momento de conciencia unificada. Por el canto, nosotros resonamos con el pulso de la Tierra. El canto es eterno. Por eso la ceremonia nos ha sido dada por la sacralidad que nos rodea, extendiéndose en todas direcciones. Por la ceremonia, lo sagrado toma forma, aunque la ceremonia es limitada en el tiempo. Pero tenemos nuestra conciencia individual que nos permite sentir, adquirir la experiencia y los conocimientos, de modo que, como individuos, somos de toda la tierra y de todos los tiempos.

Poco importa si una nación es vieja de varios milenios. Ella es nueva, ella se crea, ella se expande. El lenguaje, los mitos, las leyendas, los cantos, las ceremonias, el arte, son a un momento dado manifestaciones de la conciencia tribal e instrumentos de su creatividad. En nuestros mitos y leyendas, no hay distinción entre la historia física y la historia espiritual porque eso no tendría sentido.

Si hemos creado mitos y tradiciones que, por ejemplo, atribuyen vida a una ribera, si actuamos y pensamos de esta manera, no nos oponemos a la realidad. Es igual que esculpir un ciervo en un trozo de madera, no estamos imponiendo a la madera una forma extraña. El trabajo del escultor, en función de las características especiales de esa madera, crea una vida que existe en su cabeza y que es efectivamente bien real. Poco importa el grado de «realismo» con el cual una obra de arte es vista, su imagen no existe sino en el observador, lo que no la hace menos real y verdadera. Los occidentales se esfuerzan en ver las cosas en forma «realista» y en consecuencia confunden sus percepciones con la realidad. Entonces, puesto que ven tan poco y comprenden todavía menos, ellos han sido inducidos a crear el ridículo concepto de «sobrenatural» - literalmente, por encima de la naturaleza - y han tenido a continuación la audacia de aplicar esta palabra a las religiones de los pueblos tribales que saben que la naturaleza lo engloba todo.

Nuestra adversidad no es solamente nuestra sino también la de nuestra Madre y la de todos sus hijos, incluído el bípedo blanco. Lo que importa ahora es la solidaridad en el seno de toda la especie humana, no solamente inter-tribal. Nosotros no podemos proteger las Viejas Costumbres acurrucándonos aislados en nuestra indianidad. La Viejas Costumbres no pueden circunscribirse, las formas exteriores de nuestra religión son simples instrumentos. Las Viejas Costumbres son los medios de realizar una total osmosis con la Tierra, y nosotros no podemos desertar de ella ahora.

Estamos oprimidos sobre todo en el plano espiritual. Replicar en armonía con nuestras condiciones físicas actuales consiste en presentar ciertas formas de resistencia física. Debemos consolidar nuestros corazones, nuestros espíritus y nuestras almas, y esto significa rehusarnos a someternos a los medios de opresión: la privación material, la tiranía burocrática, la degradación y la expropiación de nuestra Madre la Tierra.

Pero reconstruir las naciones indias exige bastante más que la resistencia a estos medios. Sólo aquellos que permanecieron fieles a las Viejas Costumbres, que comprenden que ellas están en evolución, que las «nuevas maneras» vienen también del Gran Espíritu y que están en consecuencia contenidas en las Viejas Costumbres; sólo aquellos que eviten acentuar o temer automáticamente las «nuevas maneras», esos sobrevirán como nación.

Cada uno de nosotros debe conocer su nación, su lenguaje, sus mitos, su historia, sus ceremonias y sus costumbres, por la vida de la nación. Las viejas religiones y las costumbres tribales constituyen el cuadro de referencia que nos permite absorber las nuevas maneras. Es de nuestro fuero interior que creamos los profetas y los jefes espirituales que van a guiar cada nación para que ella siga su propia vía a través de estas circunstancias nuevas. Pueblo Mío, no hay mundo «moderno». No hay mundo blanco, hay el mundo del Gran Espíritu y el mundo de la Madre Tierra. Es por las Viejas Costumbres que nosotros hemos sabido esto, y es solamente por ellas que podremos sobrevivir en tanto que pueblos y en tanto que naciones.

Pueblo Mío, en la ciudad yo escucho estas voces. Ellas me vienen no solamente por la lluvia o por los pequeños resquebrajamientos que se hacen en la superficie del concreto. Ellas se expresan también en las grietas de los pilones de cemento que tienen la forma de los árboles en el invierno, y por los arco iris de los charcos de aceite en las calles.

He hablado.
Jefe Gayle Pino Alto





Traducido y extractado por Carmen Bustos de
Question de.- Nº 34
Editions Retz
París

1 comentario:

chichimeca dijo...

definitivamente son pocas las personas que lo entienden de la manera correcta.
Los putos españoles, ingleses y portugueses de mierda vinieron a"CONQUISTAR" lo que llaman "AMERICA" y dejaron tan mal impuesta a la gente acefálica que se cae en el susto y el miedo de conocer sus verdaderas raices, las de su pueblo seas brasileño, mexicano o los que en su tiempo fueron los pobladores del norte....no los gringos de mierda, reiterando... me refiero a los verdaderos pobladores del norte, pero en fin saludos y cambia nomas esas ideas de: "norteamericanos" eso es excremento la verdad, que surja la cultura y que renazca la verdadera vida no la que nos trajo la iglesia cristiana y todo ese desperdicio mal oliente de dios la virgen y otras excreciones. te felicito por tu manera de pensar y aunque seamos pocor tratemos de recuperar lo que es nuestro "Tihui chichimecatl" "ahó wakantanka"