lunes, 23 de enero de 2012

Estudio de fenómenos anómalos


Estudio de fenómenos anómalos



Por Octavio Chon - Krisaltis




            El título del presente escrito está destinado a hacer un examen, una reflexión, de cómo se tratan temas de esta índole. En vez de llamarlos paranormales o sobrenaturales se quiere dar una idea más fresca y diferente, libre de prejuicios y supersticiones, o al menos intentar esclarecer lo real de lo que no es. El problema de usar la terminología usual –como “lo sobrenatural”- es que siempre lleva consigo un ingrediente extra dependiendo de las experiencias de la propia persona o de lo que comúnmente se entiende, y comprendiendo que por lo general las más de las veces la idea común resulta tan vaga es que se ha preferido hablar de estudio de fenómenos anómalos, que no son normales por lo general, pero no implica la posibilidad de que sean absolutamente posibles. Además, el término fenómeno sobrenatural es una contradicción en sí misma.

Un fenómeno es algo que pasa en el mundo, en la naturaleza y como tal no puede ser “sobre-naturaleza”. Lo que ocurre en la naturaleza le pertenece a la naturaleza por más irracional que puede aparentar un comportamiento, en tanto que ocurre en el mundo forma parte del mundo y es imposible que sea “sobrenatural”. Lo que sucede es que existe la tendencia común a esperar que las cosas ocurran como siempre uno ha observado que ocurren, pero esto es una mera apariencia, en cualquier momento podría no existir el mañana a causa de un impacto de asteroide, por ejemplo. Por esto, decir fenómeno anómalo le hace más justicia a esta clase de eventos ya que amplía la posibilidad de explicaciones y se daría pie a hacerle más hincapié al origen del evento que es por sí mismo bastante importante porque explicaría –o quizá no- qué lo causa. En otras palabras, para poder hacer un examen más justo a este campo de investigación hay que empezar por librarse de las ideas preconcebidas que en vez de avanzar en el estudio lo que hacen es entorpecer, y entorpecer con ello todo el sistema dando como resultado sensación de estar haciendo cualquier cosa menos investigación dedicada y comprometida con la correspondencia de los hechos, esto es, con la verdad. 

Actualmente cuando se hace mención de sucesos que por lo general saltan de la perspectiva habitual de eventos la tendencia es a juzgarlo como paranormal, lo cual lleva en sí la sensación, si se es académico normalmente, de charlatanería, engaño, mentira, dolo, algo por lo cual uno no debe perder su tiempo. Esta actitud que de por sí aparenta ser la más “racional” solo puede responder al condicionamiento social que existe en cuanto se tratan estos temas, condición que se da por retroacción ya que es lógico que si los investigadores dan la espalda a un fenómeno lo que imperará será la imaginación, la superstición, alimentando de esta forma la idea inicial preconcebida de estar tratando con una historia inventada con el propósito de estafar. Pero lo que ocurre aquí no es que esa actitud sea la más “racional”, todo lo contrario, sería una racionalización de la realidad el querer pretender que todo lo que salte de la comprensión habitual de sucesos no es posible. La racionalización responde a un intento –haciendo alusión a la epistemología de la complejidad- de querer encuadrar la existencia dentro de ciertos parámetros considerando lo que no encaja como un sinsentido. El exceso de racionalismo es un irracionalismo en tanto que no acepta o no intenta indagar aquello que no responde a lo esperado. Pero volviendo al tema en sí, es una actitud totalmente acrítica rechazar algo porque esos motivos. Un investigador no debería estar presuponiendo cosas y rechazándolas en base al sistema de creencias social, en ese caso no se comportaría como un investigador sino como uno más, dando en evidencia que la aparente objetividad que presupone es orientada por su subjetividad, y esta subjetividad es la que está influenciada por los prejuicios de la sociedad. 

 Estudiar eventos que son comúnmente llamados paranormales, es verdad, tiende a llamar la atención de brujos, chamanes, espiritistas, y normalmente eso queda así, en una sesión espiritual o en un aquelarre, solo por poner dos lados extremos de un mismo problema que es: la ausencia del investigador académico. Y el término académico no es gratuito, es preocupante que por el mero hecho de pensar en la reputación el que se supone debería desmentir o descubrir lo que ocurre se esté alejando, dejando un gran vacío que es llenado fácilmente por cualquiera. Con esto no se quiere desprestigiar a quienes con lo que tienen intentan dar una explicación de los fenómenos, pero a falta de directrices generales lo que se tiene al final es un collage en vez de un camino bien orientado hacia el esclarecimiento de fenómenos –una orientación del collage más que una homogeneización. En vez de tener un objetivo en común con pautas por lo menos similares, lo que ocurre es que un investigador ahonda de una manera y otro de otra, muchas veces sin coincidir, otras veces sí, pero se encuentran desperdigados y el riesgo de esto es que no se siga con una “tradición” que estudie y explique estos fenómenos. Esto por lo menos es lo que ocurre en abundancia en América Latina, en donde la investigación académica de estos fenómenos es bastante ausente, se puede percibir cuando uno quiere invitar a algún físico o algún químico a que vaya al sitio de sucesos, la tendencia en su respuesta es de evitar tratarlo, como si tuvieran algún miedo o si se vieran comprometidos académicamente, quizá por pensar que serán tildados de locos. Por supuesto, no significa que todos sean así, hay que hacer justicia de quienes en verdad tienen la dedicación y desean esclarecer estos fenómenos desde su campo de investigación lo cual es bastante remarcable, pero en este caso en particular la respuesta recurrente es de negación, es difícil encontrar a un científico, por ejemplo, que se muestre en disposición de esclarecer estos casos. 

Es una lógica bastante precaria el de pensar que por dedicarse a esto la reputación vaya en picada. Debería ser lo contrario por el mismo hecho de develar lo que está ocurriendo, por preocuparse de que la gente ya no acuda al primer charlatán que le quite todo el dinero y desgracie su familia, en este aspecto es una labor altruista del investigador. Pero la presión por el lado académico parece ser grande, es fácil hablar desde el escritorio, pero ir y pronunciarse, examinar lo que ocurre, eso es lo que no está ocurriendo y es realmente preocupante. Por un lado se tiene el prejuicio alimentado muchas veces por los medios de comunicación, por otro lado se tienen los prejuicios académicos, y todo esto genera un sistema, un bucle, que se retroalimenta haciendo que los fenómenos anómalos estén bastante dejados de lado, ignorados alimentando la ignorancia. Es por este motivo también que se ha cambiado el nombre de evento “sobrenatural” por anómalo. La ignorancia ha hecho pensar que lo sobrenatural es siempre sinónimo de superchería, y en cierto sentido, en algunos casos, se ha convertido en eso –por lo expuesto más arriba-, pero solo en la medida en que haya laxitud de conocimiento y de estudio más profundo del fenómeno. Una objeción que podría decir un escéptico es que todos esos sucesos no son más que cosas que pueden explicarse apelando a la ciencia. 

Eso es totalmente viable, en este ensayo no se está negando que eso sea posible, lo que se está cuestionando es la falta de interés de la comunidad de investigadores académicos, de ciencias y de humanidades, a ir al terreno mismo y demostrar que se trata, en efecto, de sucesos totalmente explicables por la ciencia actual. Eso sería lo ideal pero no es lo que ocurre generalmente. Lo que tiende a pasar es que siempre está la actitud de hablar desde el escritorio porque se asume que son cosas totalmente explicables –y nadie niega esa posibilidad- no hay necesidad de ir. Pero este exceso de certidumbre genera incertidumbre en la población que no es experta en ciertos temas académicos, retroalimentando la ignorancia. Así, se tiene un sistema del investigador que no va y devela lo que ocurre, lo que genera que las personas que no saben esto llenen ese gran vacío con muchas explicaciones que no suelen ser las más certeras, y esto genera que los medios de comunicación (en busca de rating normalmente)  publiquen noticieros de “fenómenos paranormales ocurriendo en tal o cual sitio”, alimentando la noción de superchería que tienen los investigadores y/o científicos generando que estos últimos no quieran verse involucrados en eventos que “a simple vista” son totalmente explicables, y así el sistema se cierra en un ciclo en donde este tema es dejado de lado, maltratado por quienes se antojen, siendo la minoría los que realmente se interesan en el tema unas cuantas personas que hacen lo posible para dar explicación al fenómeno desde diversos puntos de vista, normalmente ajustados en recursos económicos –ya que se necesita dinero para montar aparatos o iniciar una investigación prolongada y eso es caro- y sin apoyo de las autoridades, lo que hace muchas veces imposible seguir investigando con total libertad. 

Es una situación que se extiende al menos por toda América Latina. Esto hace que uno reflexione sobre el papel del científico o investigador que se supone objetivo. Un caso en particular que ha pasado en Perú en el año 2012 es el de una casa en donde ocurrían eventos de combustión espontánea y aparentemente levitación de objetos. El grupo de investigación en ese instante era el Proyecto 33 que con lo que tenían hacían lo mejor que podían, un asunto remarcable puesto que a lo largo de la investigación se había intentado hacer contacto de científicos, como físicos y químicos, muchas veces teniendo una respuesta negativa. Lo que más llamó la atención es que la negativa no iba solamente por el lado de no poder porque no simplemente no querían, sino que incluso en algunos casos se vio una reacción de temor, de miedo, algo en apariencia inconcebible en un científico por lo menos si se trata de analizar eventos que supuestamente son totalmente demostrables. No se mencionará ningún nombre en particular por motivos de ética pero este caso resulta altamente gráfico porque demuestra el desinterés no solo por ver en riesgo la propia reputación sino que el factor miedo estaba de por medio. Esto es producto del enfoque demasiado reduccionista en donde se excluye la participación del propio sujeto en el campo de investigación. En las facultades de ciencias normalmente prepondera este corte de la realidad en donde el papel del individuo se reduce a la de un operador más, no se desarrolla mucho su papel ético. Y es así porque en estos casos se cree que no es necesario, pero estaría mejor complementado si en las ciencias “duras” no solo se haga un corte de la realidad en donde el objeto es lo importante, sino que teoréticamente se dé la responsabilidad social del investigador con la comunidad en que vive y de su inseparabilidad con ésta que por más obvio que suene es lo que se toma por alto. 

Pero volviendo a este caso en particular de la investigación de esa casa, es importante señalar que hubo un intento de intentar explicar el fenómeno de manera interdisciplinaria no visto solo desde una perspectiva. Es decir, no solo se vieron las cosas como posibles eventos espirituales –el lado más humano- sino que hubo la insistencia por encontrarle la explicación lógica –el lado más técnico- y con el resultado de ambos tener una aproximación a la verdad de los acontecimientos. Lo importante aquí no estaba en quién tenía mayor razón sobre quién, sino la de descubrir y si se estaba equivocado en algo se admitía el error pero se proseguía, como debe proseguirse cuando uno investiga. El inconveniente de no poder encontrar fácilmente alguien que pueda dar una explicación técnica y lógica –por lo dicho más arriba- demuestra la falta de interés general de la comunidad científica por estos temas, al menos en el mundo habla hispana. Esta situación ha de cambiar por el bien del conocimiento que tiene la sociedad de estos fenómenos. De esta forma se beneficiarán todos porque mientras más información haya y mejor se reconozca qué cosa es lo que es y qué no lo que no la posibilidad de engaño y fraude disminuirán. Es un proyecto a largo plazo que necesita ser constante, aprendiendo de los errores, admitiéndolos, mejorando la metodología y contando con la buena iniciativa académica de quienes estén dispuestos. La única forma de aclarar algo no es ignorándolo, es tratándolo. 

El origen del problema está, entonces, en la falta de interés de diversos grupos académicos en indagar este asunto, aunque esto no significa que todos deben tener el mismo interés por esto, sino que el prejuicio académico ha de cesar por el bien de fomentar la investigación en la sociedad. ¿Qué mejor oportunidad de ir allí donde la gente piensa que hay un fenómeno “paranormal” y explicarle lo que ocurre? Es una manera bastante directa de fomentar la educación, con lo que se tiene el papel educador del investigador. Existen dos prejuicios;por un lado, el de la gente que por ignorancia intenta llenar el vacío gnoseológico de los eventos anómalos; por el otro, el prejuicio producto del exceso de conocimiento que termina en una racionalización del mundo. No se trata de dar conclusiones definitivas sino provisionales, por partes hasta descubrir lo que ocurre y quién sabe incluso se encuentren excepciones a la regla en el curso de los eventos naturales, algún descubrimiento que ha sido ignorado por tildarlo de extravagante –lo que normalmente ocurre-, actitud que ha de cambiar. El mayor problema de la imposibilidad de esclarecer estos fenómenos no radica en el fenómeno mismo, sino en la actitud reacia de los que se supone deberían estar en primera fila examinando el acontecimiento.

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