Cuestionar, algo tan sencillo, como tan complicado. Algo con lo que puede depender la vida misma, el trabajo, las convicciones religiosas, o mucho más. La palabra misma contiene popularmente, al escucharlo, un sentimiento de rechazo, algo que no suena bien. Pero, ¿de qué manera uno puede aprender, si no es preguntando sobre algo?.. Mayormente las personas que cuestionan demasiado tienden a ser rechazadas, ¿por qué? En la historia, y en el presente, el mero hecho de cuestionar alguna postura o convicción religiosa es tomado con cierto malestar. Uno no tiene que ser intelectual para sentir ese malestar. No es cierto que solo los creyentes rechacen el cuestionamiento de lo que uno cree que es verdad.
Si uno quiere investigar y conocer más, no hay otro remedio que preguntar, indagar, y en el proceso uno podrá encontrar cosas que nadie vio. ¿Pero no es esto algo positivo? La importancia de cuestionarse de vez en cuando las cosas permite ampliar el horizonte de la realidad, el no quedarse solo con lo que el maestro o el filósofo dijo. La mente humana es demasiado limitada como para conocer la realidad plena, para congelarla en palabras. No hay nada de humillante en reconocer que uno puede ampliar la visión de las cosas, de no aceptarlas así porque sí. Pero también hay una especie de peligro al cuestionar demasiado, y es que no se puede construir nada por arte de magia. En otras palabras, no se trata de un cuestionamiento que tenga por objetivo descartar todo, sino todo lo contrario, de examinar si lo que se tiene realmente es como es, de saber que se trata de algo real o imaginario o lo que fuera, lo demás queda a criterio de uno.
En la mayoría de las veces la gente tiende a creer lo que se les dice, sea por diversos motivos. Generalmente es más cómodo recibir la información que buscarla por uno mismo, pero de esto se puede decir más. Por ejemplo, un obrero no tendrá el mismo tiempo libre que su jefe, por lo que el primero tendrá limitaciones a la hora de investigar, además al final del día estará cansado. Puede considerarse el impedimento monetario, ya que no toda la información es gratis. Vale el intento de al menos tratar de informarse sobre las cosas, y no solo aceptarlas porque sí. Recuérdese que es mucho más fácil manipular a la gente cuyo desconocimiento de las cosas no le permite emitir considerar más aspectos relevantes de la realidad. Pero no se trata de un cuestionamiento que se limite solamente a lo individual. No todas las personas tienen la misma habilidad, por ejemplo, de comparar y ver detalles importantes allí donde muchas veces se pasa por alto. Ya John Locke mencionaba al respecto sobre algunas personas que “aquellas que carecen de habilidad para usar estas evidencias que tienen sobre la probabilidad, quienes no pueden seguir una serie de consecuencias en su mente ni estimar exactamente el distinto peso de testimonios contrarios y de pruebas opuestas, valorando cada circunstancia en su justa medida, pueden fácilmente sentirse inclinados a otorgar su asentimiento a proposiciones que no son probables”(1). No todo el mundo es experto en música o en ingeniería industrial. Es importante, así, reconocer cierta humildad a la hora de cuestionar, que no todo uno puede saberlo porque sí, y por ello mismo es relevante no limitarse solo a un enfoque de las cosas, o a un grupo o tendencia que mira el mundo de una determinada manera. El diálogo es importante, ya que usualmente hay quienes pueden dar con aspectos que uno antes no ha visto, pero que son importantes a la hora de observar la realidad.
Además, ha de dejarse de ver al cuestionamiento como algo malo. No hay por qué atemorizarse al expresar alguna pregunta por minúscula que parezca. Naturalmente para saber más es importante investigar más, y una forma directa de saber algo es preguntando. Normalmente hay algunas personas que pasan sus vidas enteras dedicadas a la convicción de que algo es como es, sin oportunidad alguna a cuestionarse sus supuestos. Sea alguna tendencia política o alguna corriente religiosa. El factor común en todo ello es la carencia de cuestionamientos, la falta de iniciativa para ponerse en duda lo que se ha escuchado por años. El ser humano vive demasiado poco como para suponer que lo sabe absolutamente todo. Con esto no se quiere decir que se puede creer en cualquier cosa sin mayor evidencia, sino que ha de haber cierto reconocimiento por las limitaciones propias. La convicción de que se sabe algo con absoluta certeza impide una apertura hacia nuevas comprensiones que puedan “ajustar” la visión de las cosas. Por ejemplo “la historia de la ciencia enseña que las explicaciones científicas se corrigen o se descartan sin cesar. ¿Significa esto que son todas falsas? En la ciencia fáctica, la verdad y el error no son del todo ajenos entre sí: hay verdades parciales y errores parciales; hay aproximaciones buenas y otras malas. La ciencia no obra como Penélope, sino emplea la tela tejida ayer. Las explicaciones científicas no son finales pero son perfectibles”(2). Cuestionarse algunas cosas no significa que lo antiguo sea necesariamente inválido, sino más bien se trataría de una cuestión de “actualización” respecto a las ideas que se tienen presente.
Si las personas no se hubieran cuestionado lo que tenían en frente, casi ningún avance de la humanidad sea filosófico o científico se hubiera dado. Sin esto aún las personas creerían que la Tierra es el centro del Universo, y que quien lo niegue sea quemado en la hoguera. Pero esto es lo que generalmente no se dice, y entonces las personas creen que como funciona el sistema de creencias y convicciones en el que están siempre ha sido así. Es algo recurrente que un sistema de ideas trate de omitir sus fallos en la historia, ya que después de todo, ¿no es esto lo que motiva a tener un pensamiento más flexible ante la realidad? Claro que sí.
Algo llamativo que sucede cuando hay cierta resistencia al cuestionamiento, es que al congelarse la perspectiva de las cosas, parece ser que quien lo hace proyecta parte de su existencia en lo que se cree. Se pone tanto empeño y dedicación en un pensamiento o en una creencia en particular, que cobra fuerza por sí mismo, yendo en detrimento de otros aspectos de la persona, como es el uso de hacerse la pregunta de hasta dónde será cierto lo que se toma por real. El pensamiento mutilado de autoreflexión puede tornarse como un tornado que a medida que pasa el tiempo se puede volver cada vez más y más fuerte, siendo difícil su cese. No por nada Einstein decía que es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Hay un sentimiento de expansión de uno mismo cuando se cree fervientemente en algo, considerarlo como la verdad –y por tanto estático y podría decirse eterno- hace recordar la aspiración a la inmortalidad, el miedo a la muerte. Lo que genera el miedo es paralización, pero se ve que las personas aferradas a ciertas ideas defienden su doctrina con mucha energía. Esto se explica porque el miedo también, al verse uno afectado, puede reaccionar defendiendo su propia existencia, y lo que está en juego es la extensión de uno mismo, esa parte estática y eterna, esa especia de inmortalidad. Claro está, todo esto es una apariencia, porque en realidad uno no deja de existir –en la totalidad de la persona misma.
Esta interacción entre el saber establecido y el cuestionamiento puede ser visto de la siguiente forma: “Ahora bien, actualmente la presencia de la dialógica entre el orden y el desorden nos muestra que el conocimiento debe intentar negociar con la incertidumbre. Lo que quiere decir al mismo tiempo que el fin del conocimiento no es descubrir el secreto del mundo, o la ecuación clave, sino dialogar con el mundo. Así pues, primer mensaje: "Trabaja con la incertidumbre"”(3). Lo citado tiene consonancia con un saber antiguo en la antigua Grecia, donde se creía que si uno comete hybris –soberbia- aparecería némesis –violencia que trata de volver todo a su curso natural. Hace falta cierta frónesis, prudencia, y evitar creer que se tiene la última palabra en todo, pero tampoco significa creer en todo. Si bien es cierto que las antiguas enseñanzas griegas sobre el término medio fueron dadas hace más de dos mil años, también es cierto que su misma estructura, fuera de su sentido mitológico, dice mucho acerca de cómo interactuar con el universo, y se retoma en la actualidad de modo contextualizado.
Todo esto acerca del apego a las ideas no tiene que ser conscientemente voluntaria, puede serlo involuntariamente. En otras palabras, uno puede sentir que todo esto ocurre dentro de sí, pero el hecho de verlo operando en uno mismo ya supondría el reconocimiento de que algo está impidiendo el ver las cosas de modo más flexible. Es importante, entonces, tener presente la importancia que tiene el cuestionar, empezando por dejar de verlo como algo irritante, y más bien verlo como una oportunidad para comprender más del cosmos.
1 “Ensayo sobre el entendimiento humano”, John Locke. Versión de internet.
2 “La ciencia, su método y su filosofía”, Mario Bunge, pág. 30 Ed. Siglo veinte.
3 “Ciencia con consciencia”, Edgar Morin, págs. 108, 109. Ed. Anthropos. Primera edición, Barcelona, 1984
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