escrito por Córdova Just, A.
El miedo es la política para suprimir los ricos yacimientos de lo femenino y de lo masculino, reactualizar la industria del porno y desactivar cualquier indicio de alegría. Domesticarlas, que las personas se unan a las sociedades anónimas y pierdan la voluntad por individualizarse. El miedo es promover las iniciativas de los pequeños de corazón. Comienza en la escuela, cuando el maestro lanza el borrador como si se tratara de una pedrada. El miedo ocupa su lugar con la ausencia de tu padre. Al eliminar su sonrisa, el hombre eliminará su inteligencia. El miedo es una forma del colapso, y evita que los presos se percaten de que, antes de ser un hecho, las rejas son imaginarias.
Los solemnes siempre lo padecen, se atrincheran detrás de un escritorio y arrojan dardos verbales contra quienes consideran de menor cuantía. El aterrorizado no se da cuenta que los valores principian por el valor. El miedo no produce ideas. Solamente los desconocidos se detestan; el miedo es una actitud de los que no saben. El analfabetismo funcional es la derrota de los temerosos. El miedo es la inolvidable experiencia de los niños y de los que aún no comprenden que las estrellas brotan en la oscuridad. Los hombres no creen en la sabiduría de la soledad, por eso se alejan de sus propias sombras. El miedo es una estrategia de gobierno.
Los que huelen el miedo, dividen a los que lo tienen. Por pánico, la gente se escapa del amor. El miedo genera espejismos y será la razón del fin de los tiempos. Disparan quienes están poseídos por la cobardía. El ataque es un síntoma de la debilidad. La censura es como cubrir con sábanas todos los espejos; los tiranos son personajes susceptibles. La violencia es una práctica de mudos; golpean quienes han sido, desde niños, obligados a callar. La vejez no es un asunto de tiempo sino de rigidez. La flexibilidad sobrevive, mientras que lo duro se rompe. Aunque sea inocente, el medroso se declarará culpable.
Como las drogas, el miedo se distribuye. La revolución del próximo milenio no consistirá en las construcciones de la ciencia y la tecnología; se sostendrá en los saberes mayores, es decir, los de nosotros mismos. No vamos a desentrañar continentes, vamos a desentrañar nuestros espíritus. El miedo es un sistema cuyas reglas se basan en infligir el más alto número de heridas entre los que se hallan próximos. El diálogo vence al miedo y es el símbolo de la movilidad. Fluir es la constante de la naturaleza. Algún radical se extraviará en las metas olvidándose de los medios. Dios está en todas partes, el Diablo en los detalles. Proverbio alemán.
La valentía es un tema de quien decide responsabilizarse por lo que desea. El miedo carece de cara; se agazapa, su colocación es de perfil, su mirada de reojo. El siglo venidero será de las personas que sepan integrar lo que fueron con lo que podrán ser. El guerrero lucha por su verdad, no por las instrucciones que le dieron. ¿No está usted harto de compartir el círculo de los compadecidos? Hay que sorprenderse: nadie va a ser igual. El miedo financia la invasión de los grises, de los que consideran que los sentimientos son exclusivamente femeninos. El arte no salvará a la humanidad, pero va a intentarlo. Si se acabaron las utopías, se ejercerán las épicas personales. La más extraordinaria aventura se experimentará entre la gente.
El núcleo de la existencia se basa en advertir que casi nada ha sido como queríamos, y que el universo fue creado -por fortuna- sin nuestro concurso. La maravilla es dar el rostro, influir en los acontecimientos de lo que nos pertenece; hay que salir del programa para pensar con todo el cuerpo. Uno es el que cambia; los otros escucharán, si tú logras escucharte. El control es para los tontos y los esquizofrénicos. La vida y la muerte son lo único definitivo. En medio se hallará el que sufre del miedo, el señor bajo de tono que se ignora a sí mismo y, por lo tanto, ignora a los demás.
¿Por qué no eliminar el poder sobre quienes nos rodean y ganar poder con uno mismo? La posesión inhibe los pensamientos que el cuerpo hace surgir. El miedo no es claro, no se parece a un vaso de agua, es el apagón de los instintos y crece en ciudades que empiezan a estar muertas dado que nadie entra en contacto. La vitalidad se aglutina en los encuentros. En esta latitud, los administradores usurpan el espacio de la palabra, de los hallazgos aquí abajo. Hacen ruido para confundir, hacen ruido para separar. Vivir es pensar y poner en práctica lo que pensamos. El miedo diluye lo que sé de lo que siento. Hay que regresar a la "tarea del héroe", no a la del burócrata.
Inmensamente más paradójica que la verdad universal, es la verdad de nosotros mismos. El miedo no lee y es el escudo de los indolentes. El miedo es una alteración de la confianza, impera en los lugares donde los acuerdos de convivencia han sido rotos. Agregaríamos con Nietzsche: la muerte de Dios es también la muerte de los padres.
Las familias no emplean la palabra, la televisión las ha conminado a callarse; las enfermedades son la consecuencia del silencio. El miedoso jamás llegará a ser un ciudadano, cedió los derechos de su historia. La verá en pantalla, pero no la vivirá.
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